lunes, 25 de mayo de 2009

TERRY REID, EL HOMBRE QUE REGALÓ EL MUNDO



En uno de los primeros ejemplares de revista La Mano, allá por 2004, junto con mi amigo y socio en los talleres de Historia del Rock, Fernando Pau, armamos una nota sobre un notable cantante llamado Terry Reid, que pudo haber sido el front man de Led Zeppelin... y dijo que no! Ésta es su historia, rescatada del archivo para Mundorosso.

TERRY REID, EL HOMBRE QUE REGALÓ EL MUNDO

¡Hola! ¿Querida? ¿A qué no sabés lo que me pasó hoy? Viste ese guitarrista que toca en las sesiones de todo el mundo, Jimmy Page? Exacto, el de los Yardbirds. Bueno, vino a la sala de ensayo a decirme que está formando un nuevo grupo y quiere que sea el cantante. ¿Cómo que qué le contesté? Que no, por supuesto. ¡Justo ahora que tengo un contrato para ir de gira por Estados Unidos...! ¿Qué decís? ¿Que si quedé mal? Noooo. Zafé como un duque: le recomendé a un pibe rubio que canta muy bien. Incluso tiene una voz parecida a la mía. Un tal Robert Plant...”


Seguramente, en sus pesadillas, Terry Reid habrá vuelto a actuar esa escena muchas veces en los 35 años siguientes. La epopeya del rock está llena de artistas que penaron por llegar a la fama, que sufrieron infortunios y frustraciones hasta lograr su meta. Pero la saga de Reid muestra la otra cara de la moneda. Un cantante a quien la diosa fortuna golpeó a la puerta un ya lejano día de 1968 en el que le ofrecieron unirse al que -en poco tiempo más- se convertiría en uno de los grupos más famosos del mundo. Esta es la historia del hombre que rechazó a Led Zeppelin.

Terry Reid había nacido en un pequeño pueblo inglés llamado Huntingdon, en noviembre de 1949 y, como tantos otros jóvenes de su generación, fue atraído por el rhythm and blues estadounidense. Con apenas 15 años formó su propia banda, los Jaywalkers, compinches de los Animals, los Yardbirds, el Spencer Davis Group y los primeros Rolling Stones en la noble tarea de desarrollar la versión inglesa del blues blanco. Eran buenos, lo suficiente como para tomar parte en la célebre gira que los Stones y el grupo de Ike & Tina Turner realizaron por Gran Bretaña en 1966. Un single del ‘67, “The hand don’t fit the glove”/”This time”, quedó como testigo del temprano registro vocal de Reid, reminiscente de la voz de Steve Marriott, aquel de Small Faces y Humble Pie.

Terminados los Jaywalkers, Reid decidió probar suerte como solista y se metió de lleno en el campo del rock. Formó lo que hoy sería un “power trio”, con un repertorio que mezclaba temas propios y covers de cantautores ya consagrados, como Donovan y Bob Dylan. Una idea de la buena opinión que tenían de él los empresarios ingleses la da el hecho de que Reid compartió escenario con los Hollies y los Yardbirds y actuó como telonero de los Beach Boys y Jefferson Airplane, cuando estos grupos pasaron por Londres.

Hacia 1968 la reputación de Terry Reid estaba en su punto más alto, cosa que llamó la atención a uno de los grandes productores de la época, Mickie Most, quien venía de obtener varios hits con Donovan, The Animals y Jeff Beck. El problema era que a Most le gustaba mucho la voz de Reid pero no su intención de tocar heavy rock. El productor lo veía haciendo temas lentos y románticos, en la vena de los Walker Brothers, que por entonces arrasaban Gran Bretaña. De hecho, el primer producto de la asociación Most-Reid fue una balada llamada “Better by far”.

Con el single no pasó nada y Reid optó por concentrar su atención en los Estados Unidos. Una idea no demasiado descabellada, considerando que en aquel entonces triunfaba del otro costado del Atlántico un grupo como Vanilla Fudge, que combinaba muy buenos ensambles vocales con arreglos revolucionarios de temas muy conocidos de los Beatles y Diana Ross and the Supremes. Vale decir, un estilo y una actitud muy en sintonía con las ideas musicales de Reid. Decidido a jugarse entero, Terry fue telonero en la última gira del trío Cream por Norteamérica y grabó un disco para sacar en ese país; un álbum llamado Bang, Bang You’re Terry Reid, que mezclaba temas propios con covers de “The Season of the Witch”, de Donovan; “Summertime Blues”, de Eddie Cochran, y un tema de Sonny Bono (el de Sonny & Cher) llamado “Bang Bang (my baby shot me down)”, la misma canción que integró la banda de sonido del último film de Quentin Tarantino Kill Bill Vol.1, cantada en este caso por Nancy Sinatra.


Momento de decisión


Ese año de 1968 fue cuando -según lo ven algunas personas- la vida le hizo una jugarreta al amigo Reid. Sucedió así: Jimmy Page (con quien Reid había salido de gira un año antes) estaba disolviendo a los Yardbirds, grupo del que se había transformado en líder de facto, al marcharse Jeff Beck y tenía intenciones de armar una nueva banda para cumplir con algunos compromisos pendientes. Para el casillero de bajista, Page ya tenía en mente a John Paul Jones, colega de incontables sesiones de grabación en esos días. Pero Jimmy necesitaba también un cantante. Fue allí cuando se acordó de Reid y le ofreció el puesto.

Con la perspectiva que nos dan los años, cuesta comprender en qué estaría pensando Terry Reid cuando rechazó la oferta de cantar en Led Zeppelin. Pero si observamos de cerca la escena de su trascendental decisión, descubrimos dos elementos determinantes: 1) En ese entonces Reid tenía un contrato con el productor Mickie Most, con quien Page no se llevaba demasiado bien. 2) Lo esperaban dos giras como solista por los Estados Unidos, país donde venía de editar un álbum y donde deseaba triunfar a toda costa. En ese momento, la idea de tirar todo por la borda y comenzar desde cero con una banda nueva y de futuro incierto no parecía demasiado sensata.

Como sea, esa misma noche en que Reid rechazó la oferta de Jimmy Page, el cantante de Hungtindom daba un recital, y tenía de teloneros a un grupo llamado The Band of Joy. Cuenta la leyenda que fue el propio Terry Reid quien, al día siguiente, llamó por teléfono a Jimmy Page para recomendarle que le otorgase los puestos vacantes al cantante y al baterista de The Band of Joy. Esos dos músicos resultaron ser –como ya habrán adivinado nuestros sagaces lectores- Robert Plant y John Bonham. La leyenda de Led Zeppelin estaba por comenzar y también el largo peregrinaje de Terry Reid como músico de culto.

Durante un tiempo, no obstante, Terry Reid siguió en la cresta de la pequeña ola de popularidad que había conseguido en los Estados Unidos. De hecho, llegó a acompañar a los Rolling Stones en su famosa gira norteamericana 1969 (la misma que terminó ominosamente en Altamont y que quedó inmortalizada en el film Gimme Shelter) e incluso grabó un nuevo álbum, Superlung, ese mismo año. También participó en festivales prestigiosos como el de la Isla de Wight 1970 y uno de los primeros que se celebraron en Glastonbury, en 1971.

En los ‘70s, con los caprichosos vaivenes del mundo del rock jugándole en contra, y el escaso entusiasmo de los sellos discográficos de turno, la carrera de Terry Reid se fue desdibujando cada vez más, aunque llegó a registrar un puñado de álbumes más, entre ellos un larga duración llamado River, muy estimado por la prensa y recientemente reeditado

en CD.

El estigma de “lo que pudo haber sido” sin duda perseguirá a Terry Reid hasta su último suspiro, pero ese pensamiento no le ha impedido regresar a la actividad musical en la última década. Lo cual es lo más aproximado que podemos ofrecerles, queridos lectores, a un final feliz.


Alfredo Rosso


Discografía Selecta


Bang, Bang You’re Terry Reid (Epic, 1968)

Editado inicialmente sólo en Estados Unidos, el debut de Reid desprende un fuerte aroma a todo lo que estaba sucediendo en ese momento en Inglaterra. Un cantante poderoso, con una onda rhythm & blues, en las manos del célebre productor Mickie Most. Un álbum rico en temas propios y covers (Donovan/Sonny Bono, etc). Al minuto de comenzar quedan claras dos cosas: la fuerte impresión que da Reid de llevarse el mundo por delante con su voz y su guitarra, lo cual explica su célebre decisión de rechazar la oferta de Page y -en segundo lugar- cuán lógica fue su recomendación de Robert Plant, ya que el registro de ambos tiene mucho en común.

Terry Reid (Epic, 1969)

De la contradicción entre lo que su productor le obligaba a grabar (básicamente covers) y lo que Reid quería dejar para la posteridad -sus propios temas- emerge éste, tal vez su mejor álbum. El hard rock con una pizca de soul domina el estilo del disco. Una voz cada vez más afirmada y una guitarra que sin ser virtuosa se coloca entre las grandes de su época, deleitan al oyente en temas tales como “Highway 61 revisited/Friends/Highway 61 revisited” bizarro y notable medley, que mezcla el famoso tema de Bob Dylan con uno de cosecha propia.

River (Atlantic, 1973)

Concluídas las disputas con Mickie Most –que le costaron a Reid dos años de su carrera- aparece con un salvavidas en una mano y un contrato de grabación en la otra Ahmet Ertegun, capo de Atlantic Records.

Grabado en un largo período, en Londres y California, River muestra a un Reid más bucólico, transitando senderos abiertos previamente por los espirales descendentes de un Van Morrison y los escapes al infierno tan temido, marca registrada de Tim Buckley. En un terreno menos tortuoso, Reid transita una suerte de country con toques latinos y un cierto coqueteo con el jazz, sobre todo en la parte vocal.

Un disco que habla casi en secreto, y que es necesario escuchar más de una vez para superar la timidez que, inicialmente, él mismo propone.


CLASICOS DE ENTONCES


En aquel año de 1968 en que Terry Reid le dio el “no” a Jimmy Page, salían estos álbumes fundamentales :


The Beatles – White Album (Parlophone)

Después de Sgt. Pepper, vuelven los Beatles con una obra absolutamente genial, disparando en todas direcciones: desde hits como “Birthday” y “Back in the URSS” hasta insondables zambullidas en oscuros pozos mentales como, “Revolution number nine” pasando por clásicos tales como,“While my guitar gentle weeps” ó “Blackbird”.

The Rolling Stones – Beggars Banquet (Decca)

Los Stones más tortuosos, oscuros y ajustados en una de las cúspides de su carrera.

Jagger en el colmo de su acidez como vocalista; un Richards que atropella a través de una y mil guitarras sudadas; una base rítmica que rara vez trabajaría con tanta inventiva en el futuro y un Brian Jones –ya en retirada- que pega los últimos zarpazos con la guitarra slide y el sitar.

Jethro Tull – This Was (Island)

Convertidos en la banda favorita del mundillo musical de Londres y de los sectores más avispados del público, Jethro -todavía con Mick Abrahams en guitarra- edita éste, su primer disco, el cual se convierte rápidamente en un punto de inflexión entre el rhythm and blues que imperaba hasta ese momento y el sonido progresivo que vendría.

Exactamente en ese límite imaginario entre los dos estilos aparece Ian Anderson, suerte de Bartolo del rock and roll, sorprendiendo a todos con su flauta y sus canciones. Imperdible.

The Zombies – Odessey & Oracle (CBS)

Destinado a dormir por un tiempo en las disquerías de buena parte del mundo, este disco se iría convirtiendo con los años en un clásico ineludible, que todo el mundo iría descubriendo más tarde ó más temprano.

Como en el cuento del Patito Feo, cuando se valoró toda la belleza de sus armonías y melodías, la fascinación fue general. La joya escondida de una época de oro.


Fernando Pau


sábado, 2 de mayo de 2009

EL POP MUTANTE DE GARBAGE


En 1998, el grupo Garbage, compuesto por la cantante escocesa Shirley Manson y por tres músicos y productores estadounidenses radicados en la ciudad de Madison, Wisconsin, acababa de grabar su segundo y quizás más celebrado álbum, "Version 2.0". Eran todavía épocas de vacas gordas para las compañías discográficas, al punto que BMG Internacional, el sello de Garbage, decidió fletar a periodistas de todo el mundo al estudio de Butch Vig, Steve Marker y Duke Erikson, para escuchar el álbum y tener la chance de entrevistar a los cuatro músicos. Recuerdo que viajé con un colega y amigo que respeto mucho, el Sr. Pablo Schanton, en lo que fue una experiencia inolvidable, que ahora quiero compartir con todos ustedes en Mundorosso. La nota original apareció en aquel entonces en revista Mix.

EL POP MUTANTE DE GARBAGE

por Alfredo Rosso

“Rogamos disculpar la demora. El vuelo se retrasará unos minutos para reparar un mal funcionamiento del aire acondicionado.”

No parecía un comienzo auspicioso para un viaje de 14 horas, en tres aviones distintos, para pasar 30 minutos junto a Garbage, y otros 40’ oyendo en primicia “Version 2.0”, el segundo álbum de esta curiosa banda compuesta por tres residentes de Madison, Wisconsin, y una pelirroja cantante escocesa importada de Edinburgo.

Los aviones tienen, no obstante, su costado educativo. Hay algo muy de fin de milenio en el estar suspendido a 10.000 metros de altura, en ese limbo presurizado, comiendo comida de avión, bebiendo vino de avión, viendo cine de avión en una diminuta pantallita que parece salir de la nuca del pasajero de adelante y rodeado de profesionales del aire, empeñados en que olvides que estás suspendido a 10.000 metros de altura, en ese limbo presurizado… La música suena distinta: pasando los canales del selector de avión notás que el tecno es más etéreo y los violines que acompañan a los crooners gimen con más aplomo. Sólo el jazz conserva su distancia, a sabiendas que este no es su terreno. Abajo, a lo lejos, Latinoamérica pasa en fast forward: los latifundios coqueros bolivianos que dice perseguir la DEA, el voraz incendio del Amazonas, la Cuba pos-Papa, ahora con bloqueo-light y, finalmente, Miami. Todavía no lo comprendía, pero estaba haciendo el pre-calentamiento para entrar a los pasillos de “Version 2.0”.

Butch Vig es el primero en salir del túnel y, más que saludar con los brazos en alto, disimula bastante bien que es el motivo principal por el cual los medios posaron sus ojos sobre Garbage por primera vez, teniendo como blasones la producción de tres grupos que modelaron el sonido de la última década: Nirvana, Smashing Pumpkins y Sonic Youth. Nunca sabré si su tono monocorde era de aprensión o un bien disimulado registro coloquial. “Nos pasamos todo 1996 yendo de gira. Paramos en Navidad y nos encontramos después en la casa de un amigo en el noroeste de Seattle. Llevamos nuestros equipos y nos quedamos un mes escribiendo nuevas canciones. Básicamente armamos en una habitación y empezamos a zapar…Rescatamos pedacitos, riffs, y cosas así y Shirley le fue agregando palabras que le salían en el momento. Muchas canciones de ‘Version 2.0’ salieron de esas sesiones…” Luego, siempre según Butch, vino el regreso a los estudios Smart, en Madison, donde “Version 2.0” estuvo incubándose durante los once meses siguientes. Un proceso largo y lento, donde el cuarteto se vio envuelto en una situación que sería la envidia de muchos colegas: surgían montones de ideas diferentes y estaba disponible la tecnología necesaria como para desarrollarlas: computadoras, sistemas de grabación digitales, samplers. Butch sabe lo que quiere, sin embargo: “una canción puede salir disparada por un montón de tangentes pero, en última instancia tratamos de escribir una buena canción pop, con la voz de Shirley adelante y en el centro…”

“Te voy a contar algo / soy una loba pero me gusta usar ropas de oveja / soy una fogata / soy un vampiro / estoy esperando mi oportunidad… (“Temptation waits”)

El primer CD de Garbage, “Garbage”, lleva vendidas 4 millones de copias en todo el mundo, cuatro años después del día en que Butch y sus amigos Steve Marker y Duke Erikson -productores, musicos multiinstrumentistas y cuarentones como Vig- reparasen en el clip de una ignota banda llamada Angelfish donde cantaba una también ignota cantante llamada Shirley Manson, con look de sobrina consentida y malcriada. Al buscarla del otro lado del Atlántico para proponerle formar un grupo no se dio precisamente un romance a primera vista pero, contra todos los pronósticos, Garbage andó y el álbum debut pegó con la fuerza que suelen tener las cosas necesarias. Receta: montañas de guitarras, samplers, efectos y una voz afilada con letras que cortaban como dagas, letras de venganza y hedonismo, como reza la gacetilla impecablemente presentada que distribuye el sello grabador. Duke lo recuerda como un disco meticuloso, que hubo que ensamblar de a poco y con paciencia, a medida que cada músico agregaba su parte. “Shirley tuvo que acomodarse al esquema y al principio no se sentía muy cómoda, pero cuando llegamos al final del álbum debut ya operábamos como un cuarteto democrático. Después nos fuimos de gira por un año y medio y, como podrás imaginarte, el vivir juntos dentro de un micro durante 18 meses te hace conocer al otro bastante bien. Así se fue creando la química grupal. ‘Version 2.0’, fue el trabajo de una unidad, ya que desde el vamos comenzamos tocando juntos, improvisando ideas que pudiesen transformarse en canciones. Así fueron saliendo las melodías y las letras…”

En el avión de Miami a Chicago me sentía como un vagabundo, errante en cielos ajenos. A mi alrededor, ejecutivos inter-city se aferraban a portafolios y laptops como para que no se les escurriera el status. Comprendí a Martin Amis cuando dice que los norteamericanos transpiran propósito, dirección. ¿Serían padres, madres y cónyuges modelo y/o también albergarían esas insomnes angustias de madrugada, que no conocen de geografías ni de doctas explicaciones?

“Podés mirar pero no podés tocar / creo que no me gustás demasiado / Sólo el Cielo sabe lo que una chica puede hacer / sólo el Cielo sabe qué querés demostrar / me caigo para darte emociones / así que levantame con otra píldora… (“I think I’m paranoid”)

Como una antena satelital captando y modulando señales de fin de siglo, “Version 2.0” reduce protagonistas y escenarios al mínimo exponente. El ring más común es la alcoba; el verbo, controlar. Shirley dixit: “muchas letras de ‘Version 2.0’ tratan sobre las relaciones humanas y sobre el modo en que nos infringimos daño los unos a los otros. Pero también hablan del modo en que interactuamos con la sociedad y las cosas que nos impulsan, como la ambición. Buena parte de ‘Version 2.0’ tiene que ver con la supervivencia. Con dejar atrás cosas negativas y salir hacia una nueva luz.” Articulada y sensata, esta Shirley Manson que tengo a un metro del grabador parece una versión editada de la intimidante comehombres que se quedó a solas con un periodista y apagó la luz del cuarto para hacerle sintonizar las vibraciones que sentía al componer en la oscuridad o de la que le dijo más tarde, al mismo, azorado escriba: ‘voy a salir un momento, no te masturbes sobre mi cubrecama…’ Hay pistas, no obstante, sobre todo en su risa potente y sarcástica, de que un mal manejo de piezas en el ajedrez del diálogo podría desatar la combustión espontánea, una rebelión corporal como la que la confinó a su cuarto, ni bien llegada a Madison para grabar “Version 2.0”. Manson: “me enfermé espantosamente y me agarró un miedo atroz. Me desesperé y pensaba ‘¿cómo vine a dar aquí? ¿cómo me agarré esta peste?’ Entonces me puse a escribir a borbotones y en sólo diez minutos salió la letra de ‘Medication’, un tema que tiene algo de Velvet Underground, es como una balada al estilo de las que cantaba Nico…”

Si tuviese que apostar mis fichas a dos hits potenciales de “Version 2.0”, uno sería “Special”, un obvio homenaje a los Pretenders y una sorprendente performance vocal de la Manson, haciendo armonías consigo misma. “Push It”, con su publicitado uso del estribillo de los Beach Boys ‘Don’t worry baby’ no vale, porque ya fue elegido como primer single así que me inclino por el aura tecnosa de “Temptation waits”. Steve: “ ‘Temptation…’ es nuestro intento de hacer música disco. Empezó con un ritmo dance sostenido en la batería, Duke y yo nos prendimos y Shirley improvisó la letra por encima. Se pasó toda una noche buscando las palabras justas. Después volvimos sobre lo grabado, seleccionamos las partes que nos parecieron más precisas y así se fue formando la melodía. Después, con el sampler, construímos más partes de guitarra y beats de batería y Shirley le dio una “cepillada” final a la letra. Es curioso, pero la pusimos al principio del álbum porque resume, en cierta forma, el modus operandi de Garbage en este disco.”

Butch: “Quiero que sepas que, si bien usamos las computadoras, también utilizamos un montón de tecnología anticuada. La combinación de las dos cosas ‘pega’ mejor la música que hacemos, la vuelve más atractiva. Nos gusta comprender y usar cosas de techno, hip-hop y electrónica pero también nos siguen gustando elementos del pasado que posibilitaron aquella música tan especial…”

“Nunca dije que era tu salvadora / dije que tenía una boca sucia / dejá de analizar mi comportamiento / si sos demasiado tonto como para comprenderlo…” (“Dumb”)

El corredor oscuro conecta dos alas del inmenso aeropuerto de Chicago. Una cinta transportadora lleva al pasajero mientras en el techo, a su paso, se van encendiendo tubos de neón con el degradé de colores del arco iris, al son de una música de gamelán. Al final del pasillo aparecen más mangas hacia más aviones, como tubos de una gigantesca gaita que lleva al cielo. Dusseldorf, Bruselas, Hong Kong, ¿y si desertara para ser polizón de las nubes y apareciera en Seul? Ahí dice Madison… Obediente, subo.

“Version 2.0” construye su habitat a la manera de The Thing, el alien imaginado por el escritor John Campbell Jr., invadiendo el cuerpo musical del pasado con samplers en lugar de tentáculos. Theremines y melotrones remiten al sinfonismo de los ‘70s, juegos de voces delicadamente trabajados evocan las inocentes armonías de las girl groups que solía producir Phil Spector circa 1963 y un persistente matiz dark en los flangers de las guitarras, sumado a la afición de Shirley por la articulación vocal de Siouxsie Sioux y Chrissie Hynde reconstruye el paisaje de los ’80. Para emular los ’90 basta la intrincada madeja industrial que construye la multiplicidad de samplers. Al igual que The Thing, el híbrido de “Version 2.0” triunfa porque de sus partes emerge un todo poderoso, combinando los diferentes elementos en un nuevo ordenamiento de DNA musical con personalidad y melodías reconocibles. Shirley: “Los cuatro miembros de Garbage somos grandes fans del pop de los ’60. Amamos la melodía, amamos los estribillos pegadizos, amamos las canciones.

También aman la literatura, como atestigua el tema “The trick is to keep breathing”, cuyo título reproduce el del libro de la escritora escocesa Janice Galloway. El romance rock-y-libros no parece demasiado común en estos días por lo que acudo a Shirley y Duke procurando más datos sobre los volúmenes que se acumulan sobre sus respectivas mesas de noche.

Shirley: “Duke y yo somos grandes fans de Corman McCarthy, un escritor texano. Tiene un libro increíble llamado “All the pretty horses” que recomiendo cálidamente. ¿Qué más? ¡Uf! leo de todo… Me encantan Brian Moore, Beryl Bainbridge… Recién termino un libro genial de Wally Lamb llamado ‘She’s come undone’… Duke: “Shirley nos hizo conocer un par de escritores escoceses muy buenos, como Ian Banks, divertido, surreal y retorcido…”

Pop, calor, verano. Libros, frío, adentro. Madison mismo oscila entre el alegre pop de sus veranos soleados con deportes acuáticos en los lagos Mendota y Monona, que rodean el ístmico centro de esta ciudad universitaria, y la gélida realidad de este invierno blanco en el que, al mejor estilo Ley de Murphy, no para de llover hasta que decido comprar un paraguas. Asociando libremente, veo que Garbage todavía no se ha visto obligado a abrir los paraguas de la fama. La bonhomía entre músicos y escribas se prolongará en una opípara cena en el privado de un restaurant, pato y vino francés matizando los bueyes perdidos de una charla despreocupada con Butch y colegas de varias latitudes, sin mánagers censores a la vista. De la mesa vecina llegan los ecos de las risotadas de Shirley y una invitación no identificada a recorrer las calles nevadas en pos de un pub donde Garbage hace las veces de local.

La caravana de músicos, periodistas y amigos se pone en marcha; el ruido de pasos, charla y risas se pierde en la noche de Madison.

* * *