Vivió rápido y murió muy joven, rodeado de mujeres y sospechado de haber entrado en tratos con el mismísimo Rey de las Tinieblas. Alfredo Rosso se sumergió en los misterios que aún rodean a la gran estrella del blues del Delta, setenta años después.
Robert Johnson es un nombre que mueve a respeto. Los nombres ilustres que profesan haber sido iluminados por el hechizo de su voz y de su guitarra bastarían para trazar una historia del blues: Muddy Waters, Elmore James, Eric Clapton, Mick Jagger, Keith Richards, Bob Dylan, Mike Bloomfield, Robert Plant, Duane Allman, Ry Cooder, y siguen las firmas... La lista es tan extensa que uno no sabe muy bien como prepararse para escucharlo. Y cuando lo hacemos, la primera impresión es, generalmente, de desconcierto: este no es un blues depurado, transmitido a nuestros oídos en rigurosa fidelidad digital por una banda de finos instrumentistas. No. Lo que sale de nuestros parlantes es un riguroso documento de audio-verité, un pasaje en la máquina del tiempo hacia una era en que el blues –a la manera de nuestro tango reo, aquel que se tocaba en los lupanares de principios del siglo XX- todavía no tenía carta de ciudadanía, aún no había sido aceptado en los salones de concierto como curiosidad étnica, primer paso hacia su marketing masivo.
Robert Johnson murió a los veintisiete años, víctima del odio hecho veneno de un marido despechado a quien el joven bluesman no había tenido reparos en poner la cornamenta: cuando se trataba de mujeres, Johnson no parecía fijarse en que llevasen o no una sortija en el dedo anular. Durante su vida fueron fuente de placer, sustento y más de una escaramuza ants de ese telón final ocurrido en Greenwood, Mississippi. Pero, por sobre todo, fueron su principal fuente de inspiración.
Musiquero errante
Formas y fragancias femeninas lo rodearon desde chico cuando, junto a una legión de hermanastras y parientes varios, rebotaba al compás de los altibajos de la familia Johnson por los algodonales del Delta del Mississippi. En aquellas precarias cabañas del Big Sur no faltaban de día el bullicio agudo de los niños, y de noche la charla cadenciosa de los mayores junto a la lámpara de kerosén. Desde un rincón del alero, el pequeño Robert escuchaba y, entre los primeros cabeceos del sueño y el recuento de los puntitos brillantes allá arriba, se colaban imágenes de sus ancestros. La guerra civil, el final de la esclavitud, el mancillado orgullo sureño que se vuelve con rencor hacia sus antiguos siervos negros, confiscando los campos recién concedidos por el gobierno federal, negándoles el derecho al voto y condenándolos a una vida errante, sin raíces, ni educación, ni horizontes.
Medio siglo después, la situación no había cambiado demasiado. Para los Estados Unidos blancos transcurría el desenfreno jubiloso de los locos años veinte, al amparo de una prosperidad sin precedentes, pero para el Sur negro, el futuro se veía literalmente de rodillas, levantando cosecha tras cosecha tras cosecha en los algodonales del Delta. Una cosecha ajena. Si había un remanso dentro de ese “no future” bastante anterior al que describió Johnny Rotten, era el de los juke joints, taperas más o menos disfrazadas de bares donde los trabajadores negros se juntaban los días de pago para beber un trago o varios y escuchar a los primeros bluesmen rurales. Musiqueros errantes como Charlie Patton, Son House o Skip James quienes, acompañados solamente por su guitarra y alguna armónica ocasional, le daban voz al inconciente colectivo de los negros. Aquel primer blues rural tenía fresca aún su parentela: descendía de los work songs, los cantos colectivos que acompañaban y alivianaban el duro trabajo de las plantaciones, y también de los spirituals, los cantos religiosos. Pero el blues había hecho abandono de las fronteras eclesiásticas para abrazar la temática terrena del negro solo y postergado, que se siente incomprendido y traicionado por su mujer y a merced de los abusos de su capataz blanco. Esa catarsis tiene un precio: los sectores bienpensantes –de ambas razas- no tardan en estigmatizarlo como una “música del demonio”, asociada al vicio y a la prostitución. Para Robert Johnson, furtivo frecuentador de los juke joints desde que tuvo edad para llevar pantalones largos, el blues representa algo muy distinto: significa liberación.
Quienes se sorprendieron en aquellos días con el cambio operado en Robert Johnson, del adolescente que apenas podía rasgar las cuerdas de su guitarra al joven diestro y seguro al comando de su instrumento, todo en cuestión de unos pocos años, alimentaron el mito del famoso pacto con el Diablo, ocurrido a medianoche, en un cruce de caminos desolado, en el cual Robert habría entregado su alma inmortal a cambio de un inmediato dominio de las seis cuerdas. El mito llegó tan lejos que hasta generó una película, Crossroads, en cuya banda sonora se trenzaron, en memorables duelos de guitarra, Ry Cooder y Steve Vai.
Los que subestimaron los tejedores de leyendas diabólicas fue el impulso creador que otorgan algunas obsesiones. Porque el ancestral debate filosófico entre predestinación y libre albedrío nunca existió para la comunidad negra del Delta del Mississippi, donde morir al pie del algodonal era algo más que una metáfora. Robert Johnson quería darse el lujo de elegir y eso le permitió saltear el obstáculo de una mínima educación formal, adquirida a los tumbos, y capacitarse “in situ”, aprendiendo de los bluesmen que admiraba allí mismo, en el camino, conviviendo con ellos.
Cuando finalmente se asumió como músico full-time y comenzó su propio peregrinar por los juke joints, el país había cambiado.
Ese infierno tan temido
El blues emotivo y confesional de Robert Johnson no respeta las formas ni la ortodoxia. Su timbre tiene la cadencia de la oración, de la confesión casi susurrada, del secreto que sólo se revela a un amigo muy querido, por lo bajo, en las horas chicas de la madrugada. Lo fascinante de su trabajo en la guitarra es que la transforma en una interlocutora de sus palabras: a veces las notas son pulsadas en forma sutil, casi imperceptible, como si el instrumento soltara interjecciones que llenan los vacíos entre estrofas. En otras ocasiones, la tensión se hace audible en remolinos de notas que salen comno púas de despecho, ira, desesperación.
El registro vocal de Johnson tiene la grave persistencia de esa voz interior que nos acompaña a todas partes. Eso es lo que impacta…y atemoriza. Esa voz interior tiene rienda suelta en sus estrofas y juega, especula, pondera, exige, amenaza, suplica. ¿De qué habla? De amor –a menudo no correspondido-, de viajar, o más bien de vagar, por el campo y por la vida. Un viaje que puede ser un placentero cambio de aire pero que a menudo resulta una fuga frente a fuerzas ingobernables.
Esas fuerzas pueden manifestarse en símbolos concretos de autoridad, encarnadas en la terrible ley de los blancos sureños, pero sus implicancias, en última instancia, nos remiten a la lucha primigenia: Dios y el Diablo, el bien contra el mal. Mirando más allá de las metáforas sexuales más o menos explícitas como la de “Terraplane blues” (“…Voy a apretar tu botón de encendido / y tu bujía me va a dar fuego…”) o el humor macho-chauvinista de “From four until late” (“…La mujer es como una cómoda / siempre hay un hombre que le revuelve los cajones…”) descubrimos otro nivel de trascendencia: para Johnson la mujer es un elemento omnipresente, ya sea como símbolo de redención o de perdición. La diferencia estriba en que esa redención será en el mejor de los casos secular: una buena mujer para sentar cabeza, amarla y dejar atrás la vida del vagabundo. En cambio la perdición que trae una mala mujer está asociada al demonio y a diabólicas bestias mitológicas como el cancerbero, el perro de dos cabezas que guarda las puertas del infierno (“Me and the Devil blues”, “Hellhound on my trail”), y a menudo, los síntomas del condenado empiezan con la impotencia, como intiman los títulos de “Stones in my passway” y “Dead shrimp blues”, que se pueden traducir como “piedras en mi camino” y “blues del camarón muerto”.
Robert Johnson era un bluesman campesino intentando escapar de un entorno social sin futuro. Contrariamente a lo que se piensa, iba camino de lograrlo: tuvo un apreciable éxito comercial –en el Sur, claro- con el tema “Terraplane blues” y los últimos años de su vida extendió sus actuaciones a varias ciudades del norte. La foto que engalana la tapa de The Complete Recordings -la caja de 2 CDs que contiene todas sus grabaciones, para el sello Vocalion, realizadas entre 1936 y 1937- haría fruncir el ceño de más de un purista, de esos que prefieren ver a sus bluesmen vestidos de overol, con una choza miserable de fondo, como signo de “autenticidad”. Johnson no les da el gusto: la portada de la caja lo muestra sonriente, con un elegante traje cruzado y a rayas, a la usanza de los años ’30; sombrero con cinta y zapatos relucientes. Los dedos largos y venosos sorprendidos en la tensión de tocar su guitarra y el porte global de un hombre que encontró su destino.
Alfredo Rosso
Cronología
1911. Nace el 8 de mayo en Hazlehurst, Mississippi, hijo de Julia Dodds y su amante, Noah Johnson.
1911-14. La familia Johnson recorre los campos de trabajo del Delta.
1918. Su madre se vuelve a casar. La familia se afinca en Robinsonville, una comunidad algodonera del norte del Mississippi.
1925. Robert aprende a tocar armónica y guitarra. Primeras influencias: Leroy Carr y bluesmen locales, como Willie Brown y Charlie Patton.
1929. Se casa con Virginia Travis. Esposa y primogénito mueren en el parto, un año después.
1930. Regresa a Hazlehurst. Lo impresiona fuertemente Son House, bluesman y predicador, y otro bluesman, Ike Zinnerman, se vuelve su maestro y consejero.
1931. Se casa con Calleta Craft, diez años mayor que él y madre de tres hijos. La abandona años más tarde.
1930-35. Compone canciones y actúa en los juke joints de Mississippi. Su fama crece. Actúa en Chicago, New York y Canadá.
1936. Noviembre 23, 26 y 27. Primeras grabaciones para el sello Vocalion en San Antonio, Texas, producidas por Don Law. Graba “Terraplane blues”, “Come on in my kitchen”, “Crossroads blues”y “Sweet home
1937. Junio 19 y 20. Segunda sesión de grabación para Vocalion en Dallas, Texas, nuevamente con Don Law. Graba “Hellhound on my trail”, “Love in vain”, “Me and the Devil blues” y “From four until late”, entre otros.
1938. Agosto 13. Durante una actuación en Greenwood, Mississippi, bebe whisky envenenado, aparentemente suministrado por un marido celoso. El organismo de Johnson resiste el veneno, pero el cuadro se complica con una neumonía y muere el 16 de agosto.
Una leyenda en su propio tiempo
Robert Johnson era ya leyenda en 1938, cuando el productor John Hammonnd estaba planeando su recital “De los Spirituals al Swing” para presentarlo en el Canegie Hall de Nueva York. Convencido de que Johnson era el más grande artista de blues rural, Hammond viajó al sur para comprar su disco de 78 rpm “Terraplane blues” / “Last fair deal gone down”, ya que ese tipo de material, llamado “race records” sólo se vendía en el Sur en esos tiempos, y para convencer a Johnson de que actuase en su planeado recital. Para localizarlo, Hammond contrató los servicios de Don Law, quien había producido las grabaciones de Johnson en 1936 y 1937. Law peinó todo el Gran Sur tras la pista de Johnson hasta enterarse de la infausta nueva: el autor de “Terraplane blues” había muerto envenenado algunas semanas antes. Su lugar en el espectáculo de Hammond lo ocupó finalmente Big Bill Broonzy.
Si bien otros bluesmen como Elmore James mantuvieron vivo el recuerdo de Robert Johnson interpretando sus temas, fue recién en la década del ’60 cuando su importancia fue reconocida en toda su magnitud. Un paso decisivo fue la reedición, a cargo de CBS (hoy Sony/BMG) de sus grabaciones de Vocalion en dos long-plays: “King of the Delta Blues Singers”, volúmenes 1 y 2. Hasta entonces, el único testimonio de su obra eran sus viejos 78 rpm, en manos de coleccionistas.
Para el naciente movimiento de blues blanco inglés, Robert Johnson fue todo un estandarte y su influencia en figuras como Eric Clapton, Peter Green o Keith Richards hizo que la fama del bluesman se extendiese al campo del rock.
En 1990 Sony transformó a Robert Johnson en nave insignia de su colección Blues and Roots, editando una caja con dos CDs, acompañados por un lujoso libreto con biografía, fotos, comentarios y letras de todos sus temas. El título de la caja, The Complete Recordings exime de mayores comentarios. En años posteriores, los dos volúmenes de King of the Delta Blues Singers aparecieron en sendos CDs, remasterizados y con nuevos comentarios.
Entre las covers más famosas de Robert Johnson figuran las de John Mayall’s Bluesbreakers, con Eric Clapton (“Ramblin on my mind”), Cream (“Crossroads”, “From four until late”), Fleetwood Mac (“Hellhound on my trail”) The Rolling Stones (“Love in vain”, “Stop breaking down”), Delaney & Bonnie (“Come on in my kitchen”) y The Blues Brothers (“Sweet home Chicago”).
Asimismo, tanto Eric Clapton como Peter Green grabaron álbumes-tributo dedicados por entero a Robert Johnson. Los del exCream son Me and Mr. Johnson y su versión “unplugged” con DVD incluído, Sessions for Robert J., mientras que los del fundador de Fleetwood Mac se llaman Hot Foot Power y Peter Plays the Blues: The Classic Compositions of Robert Johnson.
12 comentarios:
Alfredo: ¡Cómo escribís, man!
La verdad es que leyéndote no es que se me quiten las ganas de escribir mi humilde blog musical, me dan ganas de seguir, a ver si con un escrito mío puedo limpiarte las botas...
Recuerdo la primera nota tuya que leí, Rock Superstar era la revista,(por el '79 u '80).
Ahí nos presentabas a The Police. Al terminar de leerla, sentí que escuchaba a la banda (me detengo en el recuerdo de una descripción milimétrica que hacías de cómo Sting cantaba "Walking On The Moon").
Cuando los escuché por primera vez, supe que te tenía que hacerte caso la próxima que me presentaras la música de alguien.
A mi tambien me voló la cabeza, entrar a leer sobre ese tipo...
hace 80 años que murio, y ni se sabe como fue...
envenenado con un vaso de whisky con estricnina supuestamente...
la leyenda de su pacto demoniaco, creo que dio origen a las campañias de marketing, en el mundo d ela musica..
Esa fotito que pusiste, junto con otra donde aparece un 1º plano de su cara, apoyada al diapason de la guitarra, son las unicas dos que existen como registro visual de robert.
Lo unico que vi de tu blog es esta entrada...
si el que lo escribe es Alfredo Rosso, quiero decirte que me encanta ver los documentales de rock que dan en la tele, en donde vos haces la reseña historica poniendole voz
Un Abrazo
PD : que pelicula mas chota es cross road, con ese duelo de guitarrista entre Daniel sam y steve Vay
La lógica: NO SOMOS DIGNOS! NO SOMOS DIGNOS!
Muy bonito el texto, Alfredo. Yo, stringhead sin remedio, solo añadiría como banda sonora la cancion que le dedicó Mike Heron: Song for Robert Johnson. Al parecer, es el músico que más le interesa.
Jose Ignacio
Soy recurrente, pero se complica buscar una crítica sobre todo a gente como vos que siempre nos está mostrando "el detrás de" de muchas cosas que apenas (voy a hablar por mí) tengo de nombre.
Cruzada para que a tu apellido se le agregue la G al principio.
PD: En "el rock de tu vida" das cátedra. Debo marcar la diferencia que no sólo te guias por gustos sino que siempre explicás el porqué dentro del contexto en que ocurrió. Eso le da un valor agregado casi imposible de superar para aquellos más jóvenes que de recuerdo sólo tenemos los ajenos.
¡Gracias por compartir todo!
Siempre es un buen momento para recordar al padre del Blues (y por ende del Rock & Roll). Siempre me alegra encontrar una nota suya referida al Blues - realmente es una música mágica y quienes la sentimos así, la vivimos con intensidad.
No soy un purista del Blues, simplemente porque mis escasos 21 años me lo impiden y llegué hasta ellos a través de los "nuevos bluesman". Aunque encuentro una connotación tan "romántica" entre el sonido Lo-Fi de las precarias grabaciones de aquellos años, que me permite admiralos tanto como a los otros.
De todas maneras, viva la música sin etiquetas. Todas las lenguas tienen algo para decir...y eso es lo que importa (lo que se intenta expresar).
Saludos bluesero...
Excelente articulo que se me paso en La Mano. Siempre es muy bueno abrevar en los origenes que no por lejanos dejan de tener lo mejor de los esenciales, asi lo entendieron tipos como Clapton cuyo DVD de las sesiones es formidable. Un recuerdo tambien para la noche que me invitaste a programar en La Casa y nos deleitamos todos, con uno de sus blues en version original. Un abrazo y saludos a los de Gardelito: Alfredo Svarzchtein
Alfredo, soy un atento seguidor tuyo desde que tengo una minima nocion musical, estoy muy interesado en intercambiar mails, para consultarte diferentes dudas que em auto-planteo en mi investigacion diaria dentro del mundillo musical, y ademas me gustaria mandarte algunas reseñas musicales que voy haciendo como forma de expresion, espero tu respuesta de alguna manera, mi mail es t.guillen29@gmail.com ... espero tu pronta respuesta
un abrazo
Excelente post, sucinta referencia para no iniciados. Sólo eché de menos la no mencion de Robert Lockwoodd Jr. , hijastro de Johnson, fallecio en noviembre de 2006 a los 91 años, que tocó en el Fat Fish Blue de Cleveland hasta pocos días antes de morir. Muy reomendable el disco " Plays Robert and Robert, selecciónde canciones propias y de Robert Johnson.
Hola, muchas gracias por la nota, es muy buena.
Encontré en youtube unos videos que reconstruyen escenas de la vida de Robert Johnson:
http://www.youtube.com/watch?v=z-PQ3z9M2U0&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=5YRjoNlJso0&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=A7OivLt6wwU&feature=related
Lamentablemente no logro encontrar como es el nombre de estos films, no se si pertenecen a una película o algún documental.
El primer video es de un capítulo la serie Supernatural, pero no encuentro el soundtrack entero de la canción entera que tocan en ese video. Si alguien la encuentra o sabe quien es el autor agradecerée mucho la información a mi correo: emiliotrebuq@yahoo.com.ar
También me encantaría saber como econtrar la película o documental enteros correspondientes a los otros dos videos, como asi tambien los autores de los soundtracks.
Muchas gracias!!
Saludos!!
Hola, quería saber si me pueden nombrar autores y músicos de tango y bossa nova que se acompañaban con la guitarra de la misma forma que Robert Johnson, si es posible tambien de la misma época... como dice Alfredo Rooso: "a la manera de nuestro tango reo, aquel que se tocaba en los lupanares de principios del siglo XX"
Gracias.
Muy buena nota, Alfredo.
Recuerdo una anécdota al respecto (de RJ, no de la anota):
¿No fue Charlie Patton el que le recomendó a Johnson que, dada su escasa habilidad con la guitarra, se dedicara de lleno a la armónica?
Saludos.
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