Hace algunos años me tocó comentar uno de mis álbumes favoritos de todos los tiempos para la revista Mix, que por aquel entonces editaba Musimundo: el álbum debut de The Doors. Una tarea que emprendí con placer, aunque me gustaría haber seguido escribiendo y escribiendo sobre el tema... Este fue el resultado.
THE DOORS - "The Doors" - Elektra
Un cielo de Los Angeles extrañamente nublado y amenazante. Hay signos ominosos en el aire... "Sabes, el día destruye a la noche / la noche divide al día / trata de correr / trata de esconderte / ábrete paso hacia al otro lado..." Como un código masónico para furtivos delectadores de emociones, Jim Morrison advierte desde las primeras estrofas que la lucha por atrapar el día no será fácil en una Norteamérica atrapada entre su sueño de consumo masivo, su delirio hegemónico empantanado en Vietnam y su crisis generacional. Enfundado en cuero, emblema hedonista por naturaleza, Morrison encabeza un manifiesto de cuatro en los clubes del Strip angelino. Se llaman The Doors y su primer álbum empieza a agrupar conversos en torno a su cornucopia de manifestaciones dionisíacas en forma de temas. El inestable balance entre el cantante enamorado de los poetas malditos franceses, el guitarrista Krieger prendido al blues del Mississippi, el teclas Manzarek y su hiperracional visión de conjunto y el batero Densmore, de pulso jazzístico y pies terrenos se fusiona milagrosamente en 45 minutos condensados en disco.
Los temas de "The Doors" pasan como si alguien estuviese destripando un diario íntimo... "Break On Through" es como un código de procedimientos leído a las desesperadas mientras el barco se hunde: guitarra punzante, ritmo frenético y algunas claves: "perseguimos placeres por aquí / desenterramos tesoros por allá... veamos que pasa / semana a semana / día a día / hora tras hora / hay un estrecho / ancho y profundo / pasa al otro lado..." Luego "Soul Kitchen", casi balsámico, balada sensual exaltando la búsqueda y el hallazgo de refugio, de santuario. "The Crystal Ship", otra oda al escape, a la persecución de una alternativa. Su tono solemne, casi místico ha sufrido un poco el paso del tiempo, quizás como un reconocimiento tácito a la fragilidad del sueño escondido en su título -barco: escape; cristal: fragilidad-.
Si podemos reconocer en Los Angeles otra metáfora de Babilonia contemporánea, con los sueños arremolinados y pisoteados por la fábrica de ilusiones llamada Hollywood, por la multitud de barrios y etnias amontonadas en mil ciudades en una, coincidiremos entonces en lo acertado de la elección de "Alabama Song", porque sólo el tándem de Kurt Weill y Bertolt Brecht consiguió complementar cabalmente en letra y música (más aún que Leiber y Stoller y esto es decir algo) el pathos del hombre del siglo XX, tironeado entre sus deseos y los condicionamientos de su entorno."Alabama Song", además, le hace justicia por una vez al maltratado teclado de Manzarek, porque su tono casi vaudevillesco es justo lo que se requiere para transmitir la sensación de burlesque beodo, de búsqueda de olvido en el exceso del que habla la letra de Brecht.
A riesgo de resultar hereje, "Light My Fire" me parece, a esta altura, un ejercicio en calistenia sexual morrisoniana para consumo de las masas. El tema se ha convertido en un ícono de una magnitud que no guarda proporción con sus méritos reales. Digamos que sí, es un hit y que, efectivamente, hace acto de presencia como tema seis. Si buscamos sensualidad-sexualidad, no obstante, no tenemos más que correr el fast-forward un punto para encontrarnos con el otro gran "cover" del disco, el "Back Door Man", de Willlie Dixon, donde un Morrison lascivo y amenazante le da su justa rúbrica al potencial placer prohibido implícito en el título: el hombre de la puerta de atrás.
Pocos rellenos tan rellenos como "I looked at you", verdadero caso de libro de texto del relleno. Pero a no preocuparse, luego llega el misterioso suspenso en suspensión de "End of the Night", balada casi tétrica, supuestamente basada en el libro "maldito" del escritor francés Ferdinand Céline. Gran trabajo de guitarra slide del injustamente subestimado Krieger para uno de los puntos más altos del disco.
"Take It As It Comes", un favorito de los primeros conciertos de los Doors, es otra muestra de diario del camino, con un Morrison explotando al máximo su talento para las frases mencionables en gacetillas de prensa o cantables en recitales: "Tómalo con calma, nena/ tómalo como viene / especialízate en diversión..." nada para quitarle el sueño a Rimbaud, pero eficaz como aliciente escénico.
Y el grand finale, por supuesto, "The End". Mucho se ha escrito del famoso pasaje edípico y para reflejar el espíritu desesperado del tema bastaría mencionar su inclusión en la banda sonora de "Apocalypsis Now", quizás la única película sobre Vietnam que logró agregar un tono de poesía -tanática, pero poesía al fin- al catálogo del horror. "The End" es perfecta: no importa los ríos de tinta que se derramen sobre ella, siempre saldrá incólume porque esta mini-suite tiene todos los ingredientes: suspenso (¡otra vez!), lirismo, un épico encadenamiento de eventos aparentemente inconexos que cobran sentido luego, no tanto de un modo lineal, sino a partir del crescendo climático (en una acepción francamente sexual) del tema, y un conmovedor despliegue de los cuatro músicos. Densmore, sutil y pleno de recursos, Krieger sensual y minimalista, Manzarek, extrañamente sobrio y Morrison, bueno, Morrison en el rol estelar del raconteur maldito.
Es difícil imaginar un álbum tan rock y a la vez tan ajeno al rock. Cuando digo ajeno quiero decir, alejado de la tonta petulancia autista que condena a muchos exponentes del género a una apreciación exclusivamente de cabotage. "The Doors" es, en cambio, una obra que trasciende no ya la etiqueta de rock, sino el propio límite de música, no sólo por las citadas conexiones interdisciplinarias con la literatura contemporánea, sino -además- porque ilustra, en forma fascinante, una cultura, una era y una forma de pensar y asumir la existencia.
Alfredo Rosso
THE DOORS - "The Doors" - Elektra
Un cielo de Los Angeles extrañamente nublado y amenazante. Hay signos ominosos en el aire... "Sabes, el día destruye a la noche / la noche divide al día / trata de correr / trata de esconderte / ábrete paso hacia al otro lado..." Como un código masónico para furtivos delectadores de emociones, Jim Morrison advierte desde las primeras estrofas que la lucha por atrapar el día no será fácil en una Norteamérica atrapada entre su sueño de consumo masivo, su delirio hegemónico empantanado en Vietnam y su crisis generacional. Enfundado en cuero, emblema hedonista por naturaleza, Morrison encabeza un manifiesto de cuatro en los clubes del Strip angelino. Se llaman The Doors y su primer álbum empieza a agrupar conversos en torno a su cornucopia de manifestaciones dionisíacas en forma de temas. El inestable balance entre el cantante enamorado de los poetas malditos franceses, el guitarrista Krieger prendido al blues del Mississippi, el teclas Manzarek y su hiperracional visión de conjunto y el batero Densmore, de pulso jazzístico y pies terrenos se fusiona milagrosamente en 45 minutos condensados en disco.
Los temas de "The Doors" pasan como si alguien estuviese destripando un diario íntimo... "Break On Through" es como un código de procedimientos leído a las desesperadas mientras el barco se hunde: guitarra punzante, ritmo frenético y algunas claves: "perseguimos placeres por aquí / desenterramos tesoros por allá... veamos que pasa / semana a semana / día a día / hora tras hora / hay un estrecho / ancho y profundo / pasa al otro lado..." Luego "Soul Kitchen", casi balsámico, balada sensual exaltando la búsqueda y el hallazgo de refugio, de santuario. "The Crystal Ship", otra oda al escape, a la persecución de una alternativa. Su tono solemne, casi místico ha sufrido un poco el paso del tiempo, quizás como un reconocimiento tácito a la fragilidad del sueño escondido en su título -barco: escape; cristal: fragilidad-.
Si podemos reconocer en Los Angeles otra metáfora de Babilonia contemporánea, con los sueños arremolinados y pisoteados por la fábrica de ilusiones llamada Hollywood, por la multitud de barrios y etnias amontonadas en mil ciudades en una, coincidiremos entonces en lo acertado de la elección de "Alabama Song", porque sólo el tándem de Kurt Weill y Bertolt Brecht consiguió complementar cabalmente en letra y música (más aún que Leiber y Stoller y esto es decir algo) el pathos del hombre del siglo XX, tironeado entre sus deseos y los condicionamientos de su entorno."Alabama Song", además, le hace justicia por una vez al maltratado teclado de Manzarek, porque su tono casi vaudevillesco es justo lo que se requiere para transmitir la sensación de burlesque beodo, de búsqueda de olvido en el exceso del que habla la letra de Brecht.
A riesgo de resultar hereje, "Light My Fire" me parece, a esta altura, un ejercicio en calistenia sexual morrisoniana para consumo de las masas. El tema se ha convertido en un ícono de una magnitud que no guarda proporción con sus méritos reales. Digamos que sí, es un hit y que, efectivamente, hace acto de presencia como tema seis. Si buscamos sensualidad-sexualidad, no obstante, no tenemos más que correr el fast-forward un punto para encontrarnos con el otro gran "cover" del disco, el "Back Door Man", de Willlie Dixon, donde un Morrison lascivo y amenazante le da su justa rúbrica al potencial placer prohibido implícito en el título: el hombre de la puerta de atrás.
Pocos rellenos tan rellenos como "I looked at you", verdadero caso de libro de texto del relleno. Pero a no preocuparse, luego llega el misterioso suspenso en suspensión de "End of the Night", balada casi tétrica, supuestamente basada en el libro "maldito" del escritor francés Ferdinand Céline. Gran trabajo de guitarra slide del injustamente subestimado Krieger para uno de los puntos más altos del disco.
"Take It As It Comes", un favorito de los primeros conciertos de los Doors, es otra muestra de diario del camino, con un Morrison explotando al máximo su talento para las frases mencionables en gacetillas de prensa o cantables en recitales: "Tómalo con calma, nena/ tómalo como viene / especialízate en diversión..." nada para quitarle el sueño a Rimbaud, pero eficaz como aliciente escénico.
Y el grand finale, por supuesto, "The End". Mucho se ha escrito del famoso pasaje edípico y para reflejar el espíritu desesperado del tema bastaría mencionar su inclusión en la banda sonora de "Apocalypsis Now", quizás la única película sobre Vietnam que logró agregar un tono de poesía -tanática, pero poesía al fin- al catálogo del horror. "The End" es perfecta: no importa los ríos de tinta que se derramen sobre ella, siempre saldrá incólume porque esta mini-suite tiene todos los ingredientes: suspenso (¡otra vez!), lirismo, un épico encadenamiento de eventos aparentemente inconexos que cobran sentido luego, no tanto de un modo lineal, sino a partir del crescendo climático (en una acepción francamente sexual) del tema, y un conmovedor despliegue de los cuatro músicos. Densmore, sutil y pleno de recursos, Krieger sensual y minimalista, Manzarek, extrañamente sobrio y Morrison, bueno, Morrison en el rol estelar del raconteur maldito.
Es difícil imaginar un álbum tan rock y a la vez tan ajeno al rock. Cuando digo ajeno quiero decir, alejado de la tonta petulancia autista que condena a muchos exponentes del género a una apreciación exclusivamente de cabotage. "The Doors" es, en cambio, una obra que trasciende no ya la etiqueta de rock, sino el propio límite de música, no sólo por las citadas conexiones interdisciplinarias con la literatura contemporánea, sino -además- porque ilustra, en forma fascinante, una cultura, una era y una forma de pensar y asumir la existencia.
Alfredo Rosso
9 comentarios:
que disquito! impresionante!
muy buena critica!
saludos Alfredo
EL ATOLON DE FUNAFUTI
estas invitadisimo el sabado 17 de mayo a EL CONDADO.
cualqueir consulta que quieras saber
info@elatolondefunafuti.com.ar
un comentario de luxe, para un disco de luxe, como debe ser.
un abrazo don Alfredo.
De por sí creo que la música de The Doors es muy difícil de clasificar, ya que tiene una personalidad muy marcada pero a su vez no se parece a nada. Es difícil encontrar una banda semejante, que suene parecido. Para mi The Doors es una banda muy original, en especial porque mezcla cualidades bastante extrañas de los músicos, como dijiste cuando los caracterizaste.
Además, a eso sumémosle la particular voz de Morrison y el gran contenido de las letras, que tienen la cuota poética de clara influencia francesa y "maldita".
Una cosa más que resalto del álbum: a pesar de ser parejo en su sonido, logra muchísimos ambientes, de los cuales obviamente prefiero "los oscuros". Creo que se acerca más a "la concepción" o imagen que da la banda.
Y así podría seguirse hablando...
Un saludo
Buscando de la Incredible String de unos post anteriores encontré a unos pibes que le robaron parte del nombre, cambiaron cuerdas por peces y que parecen interezantes
http://www.thefishingband.blogspot.com/
Gracias Rosso por desperatar mis ganas de investigar en el rock a los 55 pirulos.
Muy bueno Alfredo.
aguante
Que pedazo de disco y que pedazo de banda!
Soy oyente de La Casa desde hace un tiempo, y muchas de las bandas que ahora escucho cotidianamente las conocí gracias a ella. Ahora me vengo a enterar que además de eso, tenes este blog donde pones los geniales comentarios, reseñas y entrevistas que viniste posteando y me quede encantado. Dsp de leer la reseña de Cream, me muero por comprarme el DVD!
Saludos maestro!
Muy buena crítica para un pedazo de disco imperecedero.
Si me tienen que preguntar qué discos favoritos tengo, siempre tengo que decir casi siempre los primeros de ciertos grupos. En este caso, es el primero de The Doors, en el caso de Pink Floyd -The Piper At The Gates Of Dawn-, en el caso de Led Zeppelin estoy entre dos -Led Zeppelin o Led Zeppelin III- y en el caso de Hendrix, tengo que decir que es el -Electric Ladyland-, pero bueno, no me cansaría de hacer adoraciones a obras de arte conceptuales y musicales.
Ah, "The Crystal Ship" es una canción impresionante, que siempre me ha dejado maravillado, ese solo de piano de Manzarek es poesía...
muy buena reseña..que digo genial...es uno de mis discos favoritos tambien...y valga la redundancia me abrio la puertas de la percepcion ...coincido con los comentarios the doors es una banda origianl dificil de catalogar...un abrazo
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