martes, 7 de febrero de 2012

ABBEY ROAD: UN GENIAL FINAL DE FIESTA


ESTE ARTÍCULO SALIÓ ORIGINALMENTE EN REVISTA "LA MANO" EN 2009, CUANDO SE CUMPLIERON 40 AÑOS DE LA SALIDA DE "ABBEY ROAD".

Fue la crónica de un final anunciado. Los Beatles, el grupo que reformateó no sólo la música pop sino toda la cultura y la visión de mundo de los jóvenes en los años ’60, emprendían su último viaje artístico. Dispuestos a irse con estilo, decidieron juntar fuerzas en su cuartel general de Abbey Road con su productor de todos los momentos felices, George Martin. Pero ¿qué nombre le pondrían al disco? Alfredo Rosso juntó las pistas y dio con la respuesta.

Lo veíamos venir. Promediaba 1969 y desde hacía meses corría el rumor de que los Beatles estaban ya en la recta final de su ilustre carrera. A los que fuimos adolescentes en los ’60, nos habían marcado a fuego no sólo a través de su música, sino con la huella persistente de sus declaraciones, actitudes y posturas ante el mundo. Los Beatles, esos inquietos cuatro jóvenes de provincia inglesa, usaron la música para alzarse por encima de una vida gris y predestinada y enarbolaron la bandera de la originalidad, el humor y el arte para devolverle al mundo un color perdido, un color humano.

Lejos de ser meros entertainers, los Beatles fueron el símbolo mismo de la ola transformadora que encarnó su generación. Esos “baby-boomers” –jóvenes nacidos de la explosión demográfica ocurrida a fines de la Segunda Guerra Mundial- reclamaban libertad para sus cuerpos, manifestaban en contra del conflicto en Vietnam y en pos de la paz mundial y exigían voz y voto para decidir sobre su educación y sus proyectos de vida futuros. En definitiva, buscaban dejar su marca en la sociedad y vivir sus vidas libres del temor reverencial a las figuras de autoridad tradicionales.

En días sin Internet ni comunicación satelital, en que las distancias parecían mucho más grandes, los Beatles unieron las ciudades y los pueblos del planeta con una música irresistible. Y como el mundo joven les mostró unánimemente el pulgar en alto, pronto adquirieron el privilegio de una inmediatez de comunicación para sus actos que por aquel entonces sólo era facultad de gobernantes, líderes religiosos o deportistas del más alto nivel. Por eso te enterabas al instante, vía United Press o Reuters, de la última declaración de John Lennon o de la salida del nuevo simple de los Beatles y mucho después –y sólo si eras un fanático empedernido- de lo que hacían, pongamos por caso, los Who, los Byrds o los propios Rolling Stones.
Por eso, cuando los Beatles aumentaron la apuesta y decidieron poner su inmensa popularidad al servicio de la evolución musical, con álbumes como Revolver y Sgt. Peppers, el mundo realmente hizo ¡plop!, y los músicos de todas las latitudes comprendieron que el rock ya era otra cosa; que era lícito meter un sitar, un mellotrón o una orquesta en un disco de rock. Y entonces el rock se puso los pantalones largos y cambió la voz y en el mundo salieron Pink Floyd y Almendra, El Kinto y Grateful Dead, Plastic People y Los Jaivas.

Para los Beatles el cielo parecía ser el límite, entre giras mágicas y misteriosas y submarinos amarillos y –por un momento que pareció eterno- en verdad, todo lo que necesitabas era amor. John, Paul, George y Ringo se volvieron tal propiedad pública, tal marco referencial, que en algún lugar del camino nos olvidamos que también eran cuatro personas. Cuatro muchachos de veintitantos años que estaban creciendo y que querían lo que queremos todos: crecer, tener una vida privada y tomar sus propias decisiones dejando atrás las exigencias del mito Beatle. Los analistas de su historia se detienen en algunos mojones determinantes: la muerte de su manager Brian Epstein en 1967 y la consiguiente sensación de falta de rumbo y de protección; el divorcio de John Lennon de su esposa Cynthia para unirse a la artista plástica japonesa Yoko Ono; la ruptura de Paul McCartney con su novia de años, Jane Asher, para casarse con la fotógrafa estadounidense Linda Eastman; la insatisfacción de George Harrison al sentir su creatividad frustrada por el prolífico eje autoral Lennon-McCartney; la sensación de inferioridad de Ringo frente a sus compañeros y su creciente interés en el mundo del cine; la crisis financiera de Apple, donde los Beatles habían invertido mucho dinero y no pocas ilusiones artísticas… Todos esos fueron factores que contribuyeron a desestabilizar a la banda pero, en definitiva, cualquier proceso -artístico, político, biológico- tiene su curva ascendente, su meseta y su curva descendente y el zeitgeist de los Beatles como grupo activo fueron, definitivamente, los años ’60 y con el final de la década llegaba, también, el epílogo de su vida colectiva. Como grandes artistas que eran, quedaban por delante varios hitos personales, como los primeros discos solistas de John Lennon, el gran debut de George Harrison con All Things Must Pass y las posteriores, maduras carreras individuales de Paul McCartney y Ringo Starr. Pero antes de cerrar su ciclo como banda, los Beatles tuvieron un último y gran instante de lucidez y se fueron a lo grande, con el álbum Abbey Road.

Abbey Road y su tiempo

El año 1969 no empezó con buenos augurios para los Beatles. Primero fue el colapso del proyecto Get Back. La idea era hacer un álbum que retomara sus raíces musicales, mezcla de covers de clásicos de los ‘50s y temas propios, grabados en vivo en el estudio. Cuando se acordó hacer un film con el proyecto, los Beatles se encontraron con que debían madrugar, en pleno invierno boreal, para luego acurrucarse en un rincón del gélido y enorme estudio de cine en Twickenham, en el suroeste de Londres, y tratar de ser musicalmente creativos a esa hora de la mañana. Con las relaciones internas deterioradas, el proyecto Get Back no tardó en empantanarse. Si bien las sesiones se trasladaron luego al flamante estudio de Apple, y se intentó darle un epílogo digno al film con un recital en la terraza de dicha compañía, a principios de febrero del ’69 el resultado de Get Back eran rollos y rollos de cintas de audio y celuloide a las que nadie quería acercarse.

Después vendría Phil Spector para corregir la mezcla original del ingeniero Glyn Johns y el proyecto mutaría en el álbum y el film Let It Be, pero eso es otra cuestión. Por el momento, lo que se sacó en limpio fue un single, con “Get back” en el lado uno y “Don’t let me down” en la cara B, que salió en abril de 1969 y, para variar, llegó al primer puesto en Inglaterra, Estados Unidos y varios otros países. Musicalmente, los Beatles todavía eran inalcanzables, aunque su barco hacía agua por todas partes. A esa altura John, George y Ringo estaban enfrentados con Paul por cuestiones empresariales. Los tres querían que el abogado estadounidense Allen Klein representase al grupo y se ocupara de desentrañar el caos administrativo y económico de Apple, mientras que McCartney deseaba ubicar en ese puesto a su flamante suegro, Lee Eastman. Lennon, Harrison y Starr triunfaron por mayoría, pero Paul nunca aceptó la decisión de adoptar a Klein.

A mediados del ’69 los cuatro andaban ocupados en proyectos propios. Lennon había fundado su grupo paralelo, la Plastic Ono Band; Harrison producía al cantante Jackie Lomax para Apple, mientras McCartney hacía lo propio con Badfinger y Mary Hopkins y Ringo actuaba en el film The Magic Christian, junto a Peter Sellers.
Cuando parecía que la banda estaba en un punto sin retorno, se produjo el milagro: Lennon había compuesto un tema autoreferencial llamado “The ballad of John and Yoko” y quería que fuera el siguiente single de los Beatles. Debido a la momentánea ausencia de George y Ringo, John y Paul dejaron atrás sus diferencias y tocaron ellos dos todos los instrumentos del tema. Tal vez alentado por esta momentánea armonía, Paul fue a visitar a George Martin para pedirle que produjese un nuevo álbum de los Beatles como en los viejos tiempos. Martin accedió con la condición de que los cuatro músicos se pusieran de acuerdo para cooperar. “De todas formas, no fue como en los viejos días”, aclaró el productor, “en el sentido de que cada uno de los Beatles trabajaba en sus propios temas, usando a los demás como sesionistas, en lugar de funcionar como un equipo.” Así y todo, el álbum fue registrado con singular rapidez y señaló el regreso de los Beatles al estudio de grabación de EMI que tan importante había sido a lo largo de su carrera. Quizás concientes de ello, el disco terminó llamándose Abbey Road, en honor a la calle del barrio de St. John’s Wood donde está emplazado el emblemático estudio.

Al principio hubo cierto conflicto acerca del enfoque que debía tener el nuevo álbum. Lennon quería hacer un simple disco de rock and roll, mientras que McCartney tenía en mente una especie de ópera pop en la que las canciones se fusionaran unas con otras creando un largo medley. Finalmente se llegó a un acuerdo: el lado uno seguiría el lineamiento de John, con canciones individuales, y la cara B complacería la iniciativa de Paul, con temas prácticamente pegados que formarían un medley de dieciséis minutos.

El grueso del material de Abbey Road se grabó entre julio y agosto de 1969 en la flamante máquina de ¡ocho canales! que los estudios de la EMI habían montado recientemente para ponerse al día con los avances tecnológicos de la época. Se editó en Inglaterra el 26 de septiembre de 1969 y se fue derecho al primer puesto. El álbum salió cinco días después en Estados Unidos y se disparó también al tope del ranking. En términos comerciales fue el álbum más exitoso de los Beatles, con diez millones de copias vendidas en su primera década en las bateas.
Los unánimes pulgares en alto de la prensa mundial para con Abbey Road no lograron torcer el destino de la banda. Pocos días después de la edición del disco, John Lennon declaró que se iba diciéndole a McCartney “quiero el divorcio…” A duras penas, el nuevo manager Allen Klein logró disuadirlo de dar la noticia, ya que podía perjudicar las delicadas negociaciones de renovación de contrato y ajuste de regalías que los Beatles estaban sosteniendo en ese momento con EMI. No obstante, la burbuja estalló en abril de 1970 cuando Paul McCartney convocó a una conferencia de prensa para anunciar que dejaba el grupo, y de paso aprovechó la ocasión para presentar su primer álbum solista. Habían pasado casi ocho años desde que el cuarteto liverpuliense llegara al Estudio Dos de la EMI para grabar su simple debut, “Love me do”. Los Beatles entraban en la historia… y en la leyenda.

Abbey Road, vereda x vereda

El lado A del disco de vinilo comenzaba con "Come together", de Lennon. Nació como una canción de campaña para su amigo, el profesor Timothy Leary, filósofo de la contracultura y apólogo del LSD, quien en 1969 quería postularse para gobernador de California y así destronar a Ronald Reagan. El slogan de Leary era “Come together, join the party” (Vengan juntos; únanse a la fiesta –o al partido-, ya que la palabra “party” en inglés es ambigua), de modo que John tomó su guitarra y escribió el estribillo del tema para luego construir las imágenes semi-surrealistas que adornan las estrofas. Otra ambigüedad es el doble significado de la palabra “come” en inglés, que también quiere decir llegar al orgasmo. La campaña de Leary quedó en la nada al ser detenido por posesión de marihuana, pero “Come together” se transformó en el tema de apertura de Abbey Road. El crítico Ian McDonald sugiere que la imagería vudú de la letra (“juju eyeball”, “mojo filter”) y el estilo musical son afines al funky-blues de New Orleans de Dr. John, algo que encaja con el pedido de Lennon a McCartney de que su piano eléctrico sonara “bien pantanoso y brumoso”. John se metió en problemas legales por reproducir una línea de “You can’t catch me”, de Chuck Berry, pero los solucionó luego grabando algunos temas controlados por la misma editorial en futuros álbumes solistas.

George Harrison y el publicista de Apple, Derek Taylor, tenían una broma que repetían a menudo. Cada vez que se les ocurría una idea para un proyecto, decían: “¡Esta puede ser la grande! Y “Something” por fin cumplió la profecía. George lo compuso a mediados de 1968 al piano, durante un recreo en la grabación del Album Blanco. El comienzo de la letra fue inspirado de manera inconciente en el título de una canción de James Taylor, quien por entonces había grabado su álbum debut para Apple. Al editarse como simple vendió sólo respetablemente, pero la romántica balada de Harrison tuvo tanta aceptación en el mundo musical que es, al día de hoy, el tema de los Beatles con más covers, después de “Yesterday”.

“Maxwell’s silver hammer” sería una truculenta historia de un asesino serial si no estuviese matizada por un ritmo de vaudeville y el típico humor McCartney. Cuenta la historia de un estudiante de medicina llamado Maxwell Edison quien -con su martillo de plata- elimina primero a su novia, luego a su maestra y, por último, al juez de su proceso. Paul estaba familiarizado con la cultura avant-garde y una parte de la letra menciona la “patafísica”, palabra asociada al surrealismo, inventada por el dramaturgo francés Alfred Jarry, pionero del teatro del absurdo y autor de la pieza “Ubu Rey”.

El tema siguiente, también de Paul, era “Oh darling” y su fuente de inspiración fue el tipo de baladas bluseras de los años ’50. McCartney quería que su voz sonara bien “reventada”, de modo que lo cantó repetidas veces durante toda una semana antes de entrar al estudio a grabarlo.

La segunda y última canción escrita por Ringo para los Beatles fue “Octopus’s garden”. De estilo levemente country, tuvo su origen en unas vacaciones que el baterista pasó con su familia en Cerdeña, en 1968. Después que Ringo rechazó la oferta de un plato de pulpo en el almuerzo, el capitán del velero en el que navegaba le empezó a contar todo lo que sabía sobre la vida de esos moluscos. Le dijo que los pulpos paseaban por el lecho marino, juntando piedras y objetos brillantes para construir jardines. El relato inspiró la letra de la canción.

El denso hard-blues “I want you (she’s so heavy)” fue compuesto por John como una canción de amor para Yoko Ono. Lennon reconocía la influencia de su flamante esposa en su nuevo estilo de composición, en especial en su intento de simplificar las palabras. Deseaba escribir una canción perfecta utilizando sólo una palabra, como había hecho Yoko con un poema que sólo contenía la palabra “Water”. John y George querían un sonido masivo de guitarras; se ubicaron en un extremo del estudio y sobregrabaron capas sobre capas hasta conseguir el efecto deseado. John toca la guitarra líder y Harrison, además, usó el sintetizador para obtener ese sonido de viento que se oye al final del tema.

Harrison escribió “Here comes the sun” una mañana de principios de primavera en que, harto de las peleas empresariales de los Beatles, decidió no ir a la oficina de Apple y visitar, en cambio, a su amigo Eric Clapton. Caminando por el jardín de la casa de Eric, bañado por el sol y aliviado de no tener que vérselas con los contadores de la compañía, a George le vino la idea de la letra y le pidió prestada una guitarra acústica a Clapton para componer la melodía de este tema fresco y optimista que comenzaba el lado dos de Abbey Road.

John Lennon estaba acostado descansando en el sofá de su casa cuando Yoko Ono tocó el primer movimiento de la sonata Claro de Luna de Beethoven en el piano de cola. Esa fue la inspiración para el tema “Because”. Las imponentes y muy elaboradas armonías vocales fueron diseñadas por George Martin, quien sobregrabó tres veces las voces de John, Paul y George.

Con su ritmo cambiante, de balada a vibrante aire de honky-tonk, “You never give me your money”, de McCartney, anunciaba el comienzo del medley que ocupó buena parte del lado dos de Abbey Road en el disco de vinilo. Paul fue el encargado de recopilar las canciones -muchas de ellas fragmentos de tema en realidad- y de buscar la manera de unirlas. El título alude a los embrollos que los Beatles tenían con sus cuentas en ese momento. Los cuatro recibían liquidaciones diciendo cuánta plata entraba salía de sus arcas pero, como decía Harrison, “eran puros papeles; nunca veíamos libras, chelines ni peniques.”

Lennon dijo que la idea de “Sun king” le vino en un sueño, pero es posible que también haya tenido una asociación inconciente con el rey Luis XIV de Francia, apodado El Rey Sol, ya que una nueva biografía suya había sido publicada en ese entonces por la escritora Nancy Mitford. Las palabras finales, en varios idiomas latinos, eran las típicas que a los turistas anglosajones les quedaban en la memoria cuando iban de vacaciones a la costa del Mediterráneo. En cuanto a la melodía etérea, Harrison dijo que fue inspirada por el entonces reciente hit de Fleetwood Mac “Albatross”, compuesto por el guitarrista Peter Green.

Como era su costumbre, John extraía parte de la inspiración para sus canciones de la televisión o de los diarios. El artículo sobre un avaro que guardaba su dinero en cualquier parte con tal de no gastarlo le sirvió de modelo para “Mean Mr. Mustard”. El tema fue escrito en la India y en la versión original el tal Mr. Mustard tenía una hermana llamada Shirley, pero John decidió rebautizarla como Pam cuando se dio cuenta que ese nombre le iba a facilitar unir esta canción con el tema siguiente.

El breve y furibundo rock “Polythene Pam” homenajeaba en parte a una temprana fan de los Beatles, Pat Hodgett, que en los días del Cavern solía seguirlos a todas partes y que tenía el hábito de comer pedacitos de polietileno. La otra parte de la inspiración surgió de otra chica, llamada Stephanie, que también gustaba del polietileno pero para envolverse con ese material en situaciones eróticas.

“She came in through the bathroom window”, de Paul, nació también de un hecho real: una fan irrumpió en la casa de McCartney trepándose a una escalera e ingresando por la ventana del baño. Una vez adentro, abrió la puerta para que entrasen sus amigas, quienes se alzaron con varios “souvenirs” de McCartney. Como Paul era amigo de las fans, logró recuperar varios de esos objetos personales. La frase “and so I quit the police department” (entonces renuncié al departamento de policía) fue inspirada por un agente de Nueva York al que le habían encomendado custodiar a Paul. Cuando McCartney vio su credencial, notó que se llamaba Eugene Quits, que traducido significa “Eugenio Renuncia”. Le pareció un nombre demasiado bueno como para dejarlo escapar y así fue que lo incorporó a esta canción, que más tarde tuvo un notable cover a cargo de Joe Cocker.

Un día, estando en la casa de su padre, Jim, Paul se puso a tocar el piano y al pasar las páginas de un libro de música que pertenecía a su hermanastra Ruth, encontró la canción de cuna tradicional “Golden slumbers”. Como Paul no leía música, decidió ponerle su propia melodía a la letra original, que pertenece al escritor y dramaturgo Thomas Dekker, un contemporáneo de Shakespeare. La canción fue publicada por primera vez en la obra The pleasant comedy of Old Fortunatus, en el año 1600.

“Carry that weight”, con su coro casi de hinchada futbolística, fue pensado originalmente como parte de “Golden slumbers” con la intención de integrar un disco simple. La letra expresaba el temor de Paul de que los Beatles tenían los días contados, por los entuertos financieros y los problemas de relación que venían arrastrándoe entre los cuatro.

“The end” tenía un nombre apropiado, ya que fue el punto final en la carrera discográfica del grupo que le puso su sello a toda una época. Contiene el único solo de batería grabado por Ringo con la banda y deriva en una breve zapada colectiva, algo también inédito en los Beatles. Por último llega la conmovedora frase final “y al final, el amor que te llevas es igual al que brindaste”, concebida por McCartney a la manera de las coplas rimadas que terminaban las obras teatrales de Shakespeare, como un epílogo de los hechos relatados.

Pero había una pequeña coda en Abbey Road: “Her Majesty”, un tema que había sido escrito por Paul en Escocia y pensado para unir “Mean Mr. Mustard” con “Polythene Pam”. Como no le gustó el enganche, McCartney pidió que lo retirasen de máster. El ingeniero John Kurlander –que tenía instrucciones de no tirar nada que grabasen los Beatles- lo sacó y lo mandó al final de la cinta para que no fuese borrado. Se ve que en algún momento alguien dejó correr la cinta hasta el final y “Her Majesty” hizo su aparición como un temprano “tema oculto”, esa costumbre que se hizo tan famosa en los años ‘90. Obviamente al grupo le gustó y quedó para cerrar el álbum.

Aquel famoso cruce peatonal

Cualquiera que haya viajado hasta el barrio de St. John’s Wood para tomarse una fotografía en el famoso cruce peatonal que está en la esquina de los estudios Abbey Road, sabrá lo difícil que resulta, ya que se trata de una calle de tráfico intenso. El día 8 de agosto de 1969, a las 10 de la mañana, cuando los cuatro Beatles realizaron la portada de Abbey Road, no fue diferente. Se necesitó de la ayuda de la policía para detener el tránsito mientras el fotógrafo Iain McMillan se trepaba a una escalera y sacaba seis fotos de los cuatro Beatles cruzando la calle en uno y otro sentido. Para la contratapa, buscaron un viejo cartel de Abbey Road donde las letras estuvieren pintadas sobre azulejos. El fotógrafo se enojó cuando una chica, despreocupada de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, pasó por delante del alcance de la cámara y salió en una de las tomas. A los Beatles les pareció algo espontáneo y decidieron usar esa foto en la contratapa.

Paul, il morto chi parla

Algunas semanas después de la salida de Abbey Road, en Estados Unidos empezó a tomar forma el rumor de que Paul McCartney había muerto en un accidente de tránsito en 1966 y que el entonces manager de los Beatles, Brian Epstein, se las había arreglado para ocultar el incidente al mundo, reemplazándolo con un doble. A pesar del absurdo de semejante teoría conspiratoria, pronto se desató una campaña histérica para encontrar claves que confirmasen el “descubrimiento”. En la tapa de Abbey Road el que McCartney esté descalzo podía interpretarse como un símbolo de muerte supuestamente por un mito de origen griego o según una brumosa tradición de la mafia. Un periodista de Michigan que comentó el álbum dijo que el significado de la tapa era que el grupo estaba dejando el cementerio y que John estaba vestido como el ministro, Ringo como el agente fúnebre y George como el enterrador, y señaló que el paso de Paul estaba a destiempo con el de los otros tres Beatles, otra “prueba” irrefutable de su defunción. Y la patente del Volkswagen que se ve a la izquierda de la foto dice “28IF”, una indiscutible indicación de que McCartney tendría en ese momento veintiocho años si estuviese vivo. Al menos esta falacia era fácil de rebatir: al momento de la foto Paul, que nació en junio de 1942, tenía veintisiete años. Resulta curioso que, para ser tan obsesivos, a los teóricos de la campaña “Paul is dead” les fallasen las matemáticas más elementales…

Abbey Road y su competencia

Mientras los Beatles grababan y editaban Abbey Road, el rock anglosajón estaba en plena efervescencia. Estos son algunos de los álbumes que salieron en esos días.

Led Zeppelin: Led Zeppelin II
King Crimson: In the Court of the Crimson King
The Rolling Stones: Let It Bleed
The Who: Tommy
Creedence Clearwater Revival: Green River
Crosby, Stills & Nash: Crosby, Stills & Nash
Frank Zappa: Hot Rats
The Kinks: Arthur or the Decline and Fall of the British Empire
The Stooges: The Stooges
Captain Beefheart: Trout Mask Replica

Abbey Road remastered

Más allá de las mejoras generales comunes a todos los nuevos remasters de los Beatles -como el mayor “cuerpo” que adquieren los bajos y las voces- Abbey Road revela ahora elementos que antes estaban un tanto “escondidos” por las limitaciones de los sistemas previos de masterización. Por ejemplo, el tema “I want you (she’s so heavy)” permite apreciar con mucho mayor detalle el juego de las guitarras de John y George. En “Maxwell’s silver hammer” hay una mayor definición de la batería, especialmente platos y charleston. Resaltan también en su verdadera magnitud los diferentes planos instrumentales de “Octopus’s garden”, al igual que los coros y el canto-respuesta con los que John, Paul y George complementan la primera voz de Ringo. Otro detalle para degustar es la cristalina claridad de la guitarra acústica y el sintetizador Moog, que forman el núcleo instrumental de “Here comes the sun”. En “You never give me your money” las capas de voz multitrackeada de Paul y los coros de John tienen una nueva fuerza, así como también se distinguen mejor las diferentes guitarras. Más revelaciones: la claridad del bajo y de los “grillitos” en la entrada de “Sun king” y la fuerza del piano y la orquesta al principio de “Golden slumbers”. En suma, Abbey Road es otro motivo para mostrarle el pulgar en alto a las nuevas ediciones de los Beatles.

Alfredo Rosso
Un agradecimiento especial al Dr. Daniel Lewi y a Mario Sammartino

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente tu crónica, es la primera vez que entro al blog y creo que voy a seguir visitándolo y por supuesto a recomendar. Saludos cordiales, Francisco.