Esta nota salió en revista LA MANO hace unos dos años, cuando se reeditó "Exile on Main Street" en una edicion especial remasterizada y con un CD extra de Bonus Tracks inéditos.
Humedad, techos bajos, cargosos merodeando a toda hora, abundancia de alcohol y sustancias “non sanctas”… la casa de Keith Richards en el sur de Francia era un caos sideral, pero los Rolling Stones grabaron allí uno de los mejores discos de su historia, el álbum doble Exile On Main Street, que ahora sale remasterizado y con varios bonus tracks. Alfredo Rosso se zambulló en su leyenda.
Nacía la década del ’70 y los Rolling Stones venían de pasar por un par de años agitados. Primero fue la expulsión de la banda y posterior muerte de uno de sus fundadores, el guitarrista y multiinstrumentista Brian Jones, con quien la banda había grabado buena parte de sus hits, desde “Satisfaction” y “The last time” a “Jumping Jack Flash” y “Street fighting man”. Luego, ya con su reemplazante Mick Taylor a bordo, vino la consagratoria gira de 1969 que, sin embargo, tuvo un final amargo con la tragedia de Altamont, donde un fan fue muerto a puñaladas por un miembro de los Hell’s Angels, a la sazón encargados de la seguridad de aquel festival. A todo esto, los Stones quebraron lanzas con Decca, la compañía discográfica que había lanzado sus discos clásicos de los ‘60s, y habían montado su propio sello grabador, con el famoso logo de la lengua. El debut en su compañía no podría haber sido más auspicioso: el álbum Sticky Fingers continuaba el camino de retorno a las raíces de blues y rhythm and blues de la banda, insinuados en otros dos grandes discos previos, Beggar’s Banquet y Let It Bleed.
Al comenzar 1971, no todo era tranquilidad en el campamento stone. A Keith Richards se lo veía cada día más enganchado en las drogas duras; Mick Jagger estaba a punto de casarse con la nicaragüense Bianca Rose Pérez Moreno de Macías, cuya incorporación al entorno de la banda pronto causaría rispideces entre los socios principales. Y si bien Sticky Fingers les había granjeado unánimes pulgares en alto por parte de la prensa musical, los Rolling se encontraban en medio de una crisis financiera que en breve los obligaría a adoptar una medida extrema: la de exiliarse de Inglaterra por motivos impositivos. Esta fue la razón principal de que el siguiente álbum de los Stones se grabase fuera del Reino Unido.
El sitio elegido fue Nellcôte, la casa señorial que Richards había alquilado en el sur de Francia, más precisamente en Villefranche-sur.Mer, una casa señorial que, se rumoreaba, había sido un cuartel general de la Gestapo durante la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial. La mansión de Keith era vecina a una tranquila villa pesquera en la costa del mar Mediterráneo y el alquiler eran unos diez mil dólares mensuales. El plan original era que los Stones buscasen otra casa para grabar el disco, pero Ian Stewart, el colaborador “todo terreno” de la banda –además de pianista desde el año cero- no consiguió encontrar un sitio apropiado donde instalar el estudio móvil de grabación de la banda. La producción del álbum sería, una vez más, de Jimmy Miller, quien ya había trabajado con los Stones en los álbumes previos Beggars Banquet, Let It Bleed y Sticky Fingers y lo secundarían varios ingenieros de grabación, entre los que se contaban los hermanos Andy y Glyn Johns.
Los problemas comenzaron temprano en Nellcôte. Para empezar la electricidad solía fallar en el momento menos pensado y había tanta humedad durante los meses de verano que los instrumentos se desafinaban constantemente. Para colmo, el desfile de amigos, amigos de amigos, dealers, groupies y demás fauna rockera era incesante. También se hizo presente Gram Parsons, quien se estaba tomando una larga licencia de su puesto como líder de los Flying Burrito Brothers y para cultivar su amistad con Richards. Es muy probable que Parsons haya aportado más de una idea al álbum, especialmente en los temas que tienen vestigios de música country, pero también que su propensión al alcohol y las drogas pesadas hayan sido otro elemento conflictivo.
La acústica en el sótano de Nellcôte, donde grababan los Stones era otro de los problemas insalvables y era común que los ingenieros de grabación se pasaran horas tratando de lograr un balance de sonido aceptable. Pero quizás por eso mismo, por la densa concentración de instrumentos en los diversos canales de grabación –los cinco Stones, el saxofonista Bobby Keys, el trompetista Jim Price y los tecladistas Nicky Hopkins, Billy Preston y el propio Ian Stewart, más otros ocasionales invitados- Exile On Main Street tiene un sonido único; una abigarrada madeja musical que transpira rock and roll y rhythm and blues de gran vitalidad.
Las sesiones de Nellcôte se prolongaron durante seis meses y los temas resultantes se sumaron a canciones previas que habían sobrado de sesiones anteriores en los estudios Olympic de Londres y en la casa campestre de Jagger, Stargroves. Cuando quisieron acordarse, los Stones tenían en sus manos dieciocho canciones, suficientes como llenar un disco doble. La grabación se completó poco después en Los Angeles, donde también se realizó la mezcla, y el 12 de mayo de 1972 Exile On Main Street llegaba por fin a las bateas de las disquerías.
Como suele ocurrir con muchos grandes discos (me vienen a la memoria Pet Sounds, de los Beach Boys y Village Green Preservation Society, de los Kinks) la reacción de la prensa y del público fue lenta. Se habló de lo caótico del sonido, de la voz de Jagger sepultada en la mezcla y de las turbulentas sesiones de Nellcôte, pero a los escribas les llevó un buen tiempo reconocer a Exile On Main Street como el clásico que realmente es. Hoy día, a treinta y ocho años de su edición original es raro hojear una encuesta de los mejores 100 discos de la historia del rock sin ver la portada ya familiar del álbum doble de los Stones.
Exile, tema por tema
Exile… comenzaba a pura energía, con “Rocks off”, y una letra que habla de frustración sexual: “estaba haciéndole el amor a una bailarina amiga anoche", canta Jagger "pero no podía mantener el ritmo y ella en cambio parecía acabar cada vez que se contorsionaba sobre mí". El tema alcanzaba su climax, valga la contradicción, con la participación de los bronces de Bobby Keys y Jim Price, viejos amigos de la banda.
"Rip this joint" no es una alusión al porro, como algunos podrían suponer, sino que incita a poner patas para arriba a un local de música a puro rock and roll. Y escuchando el ritmo desenfrenado no cabe duda de que es un homenaje de los Rolling a sus raíces, a esos podridos rock and rolles acuñados en quién sabe qué club de mala muerte de Memphis o New Orleans. Las guitarras de Richards y Taylor son pura adrenalina, pero las palmas se la llevan una vez más los bronces de Price y Keys y el piano del “sexto Stone”, Ian Stewart, quien parece estar más a gusto que nunca en este ambiente musical.
Por su parte, “Shake Your Hips” es un tributo al gran bluesman de Baton Rouge Slim Harpo, del cual la banda ya había hecho "I'm a King Bee" en el primer álbum de los Rolling Stones, allá por 1964. “Shake Your Hips” conserva el clima misterioso y sensual de los discos de Harpo, algo que se hace evidente en el contrapunto de las guitarras y la voz obsesiva de Jagger.
“Casino boogie” es un shuffle que se va volviendo contagioso a medida que entramos en calor con su ritmo persistente. Richards toca el bajo y la banda en pleno se abandona en una zapadita que se va en fade-out. El nombre del tema, como el de “Tumbling dice” (Tirando dados) muy probablemente haya sido inspirado por la conveniente proximidad de los casinos del sur de Francia. Se dice que Keith a menudo se daba una vuelta por las mesas de dados y de ruleta cercanas a Montecarlo, antes de regresar a las sesiones de grabación.
En el disco doble de vinilo, el primer lado de Exile se completaba con el mencionado “Tumbling Dice”, con un típico riff de Richards y un coro que ya se ha vuelto clásico, porque el tema entró en el repertorio escénico de los Stones desde 1972 y nunca se fue. Sin embargo, “Tumbling dice” no fue fácil de grabar: comenzó con una letra diferente y con el nombre de “Good time women” y pasó por incontables transformaciones, hasta que Richards logró refinar el fraseo de guitarra que conocemos.
“Sweet Virginia” es otro de los temas más recordados de Exile. Se trata de un guiño de los Stones a la música country, y había quedado guardado en los archivos de la banda desde las sesiones de Sticky Fingers en los estudios Olympic de Londres. De allí viene la diferencia básica en el sonido, bastante más limpio que las grabaciones hechas en la mansión de Richards.
Una de las grandes ironías de Exile on Main Street es que, a pesar del clima de pandemonium general, la parsimonia del ritmo de grabación, y el propio desgaste físico del dueño de casa, Richards se las arregló para que los Stones concretaran una notable obra que mezcla blues, folk, country, gospel y rock and roll en un todo monolítico. Se podría decir, incluso, que el sonido opaco y denso del álbum es parte integral de su encanto. Jagger, por su parte, recuerda las sesiones con un sentimiento ambiguo: “…Nos quedábamos despiertos toda la noche… Había esa cosa comunal en la que no sabés si estás grabando o viviendo o cenando; no sabés cuando vas a tocar, cuando vas a cantar… era muy difícil. Había demasiados colgados allí. Yo decidí seguir la corriente y el álbum se hizo. Estas cosas tienen una cierta energía y fluyen a su manera. Pero hubo momentos imposibles, porque todo el mundo estaba demasiado ido…” Las implicancias de la vida que menciona Jagger se ven claramente en “Torn and frayed” (Roto y deshilachado) donde Mick canta acerca de un músico marginal, atrapado en las redes de la vida que lleva. Al Perkins le agrega al tema el encanto de su guitarra pedal steel, mientras que el trompetista Jim Price, curiosamente, se hace cargo del órgano Hammond.
Otro tema que había quedado archivado desde los días de Sticky Fingers fue “Sweet Black Angel”, una suave balada acústica que se registró con el estudio móvil de la banda en la casa que Jagger tenía en Stargroves, Inglaterra, y que fue inspirada en la activista afroamericana Angela Davis, por entonces una celosa defensora de los derechos civiles de las minorías en Estados Unidos, quien aparecía a menudo en la primera plana de los diarios por la vehemencia de sus declaraciones.
A continuación venía un tema que los Stones habían estrenado en 1969, en aquel célebre concierto gratuito del Hyde Park de Londres que se transformó en homenaje póstumo a Brian Jones. Se trataba de una canción con aires de gospel llamada “Loving cup”, que tiene a Nicky Hopkins en piano y, una vez, más la demoledora sección de vientos de Bobby Keys y Jim Price.
Keith Richards parecía estar demasiado ocupado haciendo de anfitrión y compenetrándose en su rol de guitarrista como para acordarse de cantar, pero su única aparición como primera voz de la banda en Exile On Main Street se transformó en todo un clásico de los Stones: el juguetón tema “Happy” (Feliz), que comenzaba el lado tres de la versión vinílica, y cuya letra parecía encajar a medida con la fama de forajido de Keith: "Nunca pude conservar un dólar hasta la noche" decía la estrofa inicial siempre me quemó en el bolsillo. Y siempre acepté los caramelitos que me daban los extraños. Pero necesito tu amor para mantenerme feliz”.
El poco delicado título “Turd on the run” –un sorete en fuga- tenía una de las mejores partes de armónica de Jagger en todo el disco. El tema tiene un ritmo hipnótico y enérgico que recuerda la tradición blusera del Norte del Mississippi y en particular los temas de Fred McDowell, una de las leyendas de esa comarca. Los Stones tocan con sensible abandono y euforia esta canción que los remitía, una vez más, a sus fuentes de inspiración originales.
En “Ventilator blues” Mick Taylor logró su único crédito de co-compositor en un tema de los Stones. De acuerdo con el ingeniero Andy Johns, esta canción fue inspirada por las condiciones en que se grabó: había sólo una pequeña ventana en la habitación donde estaban los músicos, y apenas un pequeño ventilador eléctrico girando sobre la cabeza del baterista Charlie Watts, por lo que la circulación de aire era mínima y el vapor de la transpiración de los músicos flotaba en el ambiente.
El intenso, barroso “Just wanna see his face” fue otro de los acontecimientos accidentales de Exile On Main Street. Comenzó como una grabación “lo-fi”, con Jagger cantando, sentado en una silla, mientras Richards tocaba teclados. El tema tiene un eco profundo, como si se hubiese registrado en una antigua y cavernosa catedral. La grabación de referencia original tenía algo místico y atrapante, una vibración que valía la pena preservar y así lo entendió el resto de los músicos: la percusión del productor Jimmy Miller suena como un trueno distante. Tanto Mick Taylor como Bill Plummer tocan líneas de bajo muy graves y profundas y la voz de Jagger está al borde del scat, cantando, gruñendo, balbuceando frases sobre Jesús. El impactante coro que apoya la voz de Mick fue agregado más tarde.
Para el tema “Let it loose”, grabado en los Sunset Sound Studios de Hollywood, los Stones armaron otro coro impresionante, integrado por el gran músico de New Orleans, Dr. John, las cantantes Tammi Lynn y Shirley Goodman, y otros tres vocalistas. La sesión duró toda la noche y estas armonías vocales, características de un tema gospel, se unieron a la quejumbrosa voz de Jagger y a una verdadera pared de bronces para darle un marco imponente a la canción, cuyas pistas básicas se habían registrado en los estudios Olympic, de Londres.
Una curiosa elección para disco simple fue “All down the line”. Aunque su mezcla de rock and roll y soul tiene esa atmósfera fiestera que uno asocia intuitivamente con los Stones, se dice que fue elegido por ser uno de los primeros temas en ser completados, y que Atlantic, la poderosa multinacional encargada de la distribución de Rolling Stones Records, los presionaba para editar un single. “All down the line” tiene una doble línea de guitarras donde se destacan los acordes cargados de Richards y unos breves flashes de Taylor, en tanto que los elegantes bronces de Bobby Keys y Jim Price se fusionan con la voz de Jagger.
“Stop breaking down” era otra de las canciones que venían de las sesiones londinenses en los estudios Olympic, y su atractivo principal era el trabajo de guitarra slide de Mick Taylor y la actuación de Ian Stewart en teclados, quien aporta el sentimiento de boogie-woogie que el tema requería. “Stop breaking down” es un famoso blues, grabado originalmente por esa leyenda del Delta que fue Robert Johnson. A través de las décadas lo han recreado muchos músicos, entre ellos Eric Clapton, Peter Green, la North Mississippi All-Stars y los White Stripes.
La música de los Stones siempre ha reflejado la fascinación de la banda por las raíces afroamericanas presente en el gospel, el blues, el rock and roll y otros géneros derivados. El arte de la banda fue tomar todos esos elementos y poder desarrollar con ellos un sonido propio. El tema “Shine a light” también tiene un profundo sentimiento de gospel y una espiritualidad que surge espontáneamente del coro de voces que le da forma. Otro elemento crucial es el órgano de Billy Preston, que le dio a la sesión el “feeling” preciso que se necesitaba.
Los momentos finales de Exile giran en torno a un filoso y contínuo riff de guitarra de Richards, que forma el esqueleto del tema “Soul survivor” junto a la firme batería de Watts –mezclada bien al frente- y a la maleable voz de Jagger que canta una letra oscura, de fuerte contenido espiritual.
Exile 2010
A pesar de las opiniones divididas de la crítica, Exile On Main Street llegó al primer puesto en varios países. En Estados Unidos alcanzó la cima del ranking el 17 de junio de 1972 y se quedó allí durante cuatro semanas. Fue Álbum de Oro el 30 de mayo de 1972 y de Disco de Platino el 31 de mayo de 2000. Para ese entonces, ya estaba editado en formato digital; los dieciocho temas del álbum doble de vinilo original pudieron acomodarse en un solo CD.
La edición especial que Universal está lanzando en estos días viene remasterizada y trae un puñado de bonus tracks grabadas en la época en que se realizó el álbum: “Pass the wine (Sofia Loren)”, “I’m not signifying”, “Dancing in the light”, “So divine (Aladdin story)”, “Following the river”, “Plundered my soul”, “Good time women” y “Title 5”, a los que se agregan versiones alternativas de “Loving cup” y “Soul survivor”.
Complementando la reedición de Exile On Main Street, el director Stephen Kijak –el mismo de Scott Walker:30th Century Man- tiene listo un documental titulado “Stones in Exile”, que será difundido por la BBC en Inglaterra y por la televisión abierta de Estados Unidos, con raras imágenes de archivo, fotos y entrevistas a los músicos y colaboradores que tomaron parte en el ya legendario álbum de los Stones.
Exile On Main Street retorna en tres versiones: la mencionada edición de lujo en CD, con el álbum más los bonus tracks; una versión común, cuyo CD contiene tan solo los 18 temas originales, y una “súper lujo” con el CD y los extras, más el disco de vinilo, un DVD con un documental de 30 minutos que tiene imágenes de época, extractadas de los films Cocksucker Blues, Ladies and Gentlemen…the Rolling Stones y Stones in Exile, y –por último- un libro de 50 páginas con abundantes fotografías.
En Recuadro
Los “nuevos” temas de Exile
Refiriéndose al material “recuperado” de las sesiones de Exile On Main Street, Keith Richards declaró hace poco: “Estos temas los encontramos revisando los archivos. Los escuchamos y nos pareció un interesante aporte a la reedición de Exile. No había mucho que agregarle a estas canciones y por eso no quise entrometerme con lo que ya habíamos grabado. Quizás había algunas partes a las que les faltaba un poco de cuerpo, y entonces metí alguna que otra guitarra acústica, o Mick quiso arreglar algunas voces, pero en lo demás la idea fue dejarlas casi como estaban.”
Mick Jagger también tuvo algo que decir acerca del material inédito: “Estas canciones son bien en el estilo de los Rolling Stones de hoy y de siempre. Las escuchamos y dijimos: ‘bueno, aquí se necesita una voz, allá se necesita un coro…’ y lo hicimos. Algunas estaban bastante terminadas, otras no tanto. Y las tratamos como si fuesen temas nuevos, para ser honesto. Siempre resulta un poquito extraño el revisar cosas de antaño, pero una vez que te acostumbraste a escuchar estos temas, ya no importa demasiado si se hicieron hace cuarenta años o la semana pasada…”
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