jueves, 23 de febrero de 2012

TODD RUNDGREN, ESTRELLA Y HECHICERO


 Hace algunos años, cuando Charly García grabó su versión del notable tema "Influenza", el diario Página 12 me encargó una nota biográfica sobre el notable músico estadounidense Todd Rundgren. Aquí está la nota, sin editar, aunque si la memoria no me falla, salió bastante completa en su momento.

Hace de todo. Es cantante, compositor y multiinstrumentista, además de productor exitoso, pero no le basta.  También dirige films y desarrolla tecnología de punta en el campo de la computación relacionada al audio, las imágenes y la Internet.  Era casi un desconocido en Argentina, hasta que Charly García hizo su tema “Influencia” y le puso ese título a su nuevo álbum solista.  Con ustedes, Todd Rundgren.

            La historia de Todd Rungren comienza en Upper Darby, Pennsylvania, un suburbio de Philadelphia, Estados Unidos, donde nació el 22 de junio de 1948.  Aprendió a tocar la guitarra de pequeño pero, dando ya indicios de su camino futuro, tras un puñado de lecciones, decidió seguir estudiando por su cuenta.  En su adolescencia tuvo dos grandes influencias: el pop de los Beatles y los Beach Boys y el soul de Motown y de su propia ciudad natal. Dicen quienes lo conocieron en aquellos años que Todd ya era un muchacho precoz, interesado en las computadoras, quizás una forma de escapar a la típica familia disfuncional de clase medial en la que le había tocado crecer.  “Mi familia no era muy unida,” declaró alguna vez Rundgren, “todos competían con todos.  Nunca nos decíamos ‘te quiero’, nunca nos abrazábamos.”
 Harry Rundgren puede no haber sido el más afectuoso de los padres, pero lo que sí le dio a Todd fue una exposición a la música que iba más allá del mundo del pop.  Además del rock inglés de primera generación, los gustos del joven Rundgren incluían la música clásica y también los hits de los musicales de Broadway.   Todd pagó su derecho de piso como músico tocando en Money y Woody’s Truck Stop, dos conjuntos que no tuvieron mayor trascendencia.  “Todd era muy diferente a los demás,” dice Paul Fishkin, por entonces mánager del último de los nombrados. “Todo el mundo tomaba drogas menos él. La gente no podía creerlo.  Además, era muy ambicioso: todo lo que le interesaba era tocar.  En las fiestas escolares, cuando los demás paraban entre set y set, Rundgren se quedaba tocando, zapando, haciendo solos...” 

Araca la cana

Finalmente, la incompatilidad de caracteres se volvió más evidente y en 1967 Rundgren dejó Woody’s Truck Stop -llevándose consigo al bajista Carson Van Osten- para formar The Nazz, nombre que tomó de un tema de los Yardbirds, “The Nazz are blue” (los canas son azules).  Dos músicos de bandas rivales ocuparon las plazas restantes, el tecladista y cantante Robert “Stewkey” Antoni y el baterista Thom Mooney.
Gracias a los auspicios de una disquería local que también los ayudó financieramente, The Nazz conoció a un promotor llamado John Kurland, que trabaja junto a los por entonces muy populares The Mamas and The Papas, y por su intermedio consiguieron un contrato con SGC Records, una subsidiaria del poderoso sello Atlantic. 
            Nazz tocó su primer concierto en enero de 1968 y unos seis meses más tarde debutaban discográficamente con el single “Hello, it’s me”/”Open my eyes”, donde quedó en evidencia que la banda tenía un genio pop en bruto, que se sentía igualmente cómodo haciendo hard-rock y también deliciosas baladas.  Con su riff inicial reminiscente del “Can’t Explain” de los Who y su furibundo solo de guitarra, “Open my eyes” se convirtió en un clásico de su época y fue más tarde incluído en esa definitiva colección de la psicodelia de garage llamada Nuggets.  “Hello, it’s me” también tendría su momento de gloria, pero le llegaría más tarde, cuando Rundgren le cambió el arreglo y lo editó como solista en 1973.  En el primer álbum del grupo, Nazz, publicado en agosto de 1968 las influencias de la psicodelia inglesa son evidentes. Hay riffs poderosos, depuradas armonías vocales y un original sentido del humor.  Rundgren tenía clara la dirección: “queríamos combinar el genio de los Beatles en el estudio de grabación con la energía y el despliegue de los Who en el escenario.”
            Hacia fines del 68, Nazz viajó a Londres para comenzar a trabajar en su segundo álbum, que estaba pensado para ser un doble, con el título Fungo Bat.  Por desgracia para ellos, sólo llegaron a completar un tema cuando se produjo un conflicto con el sindicato de músicos inglés y Rundgren y compañía se encontraron, de buenas a primeras, volviendo a casa.  Una vez en Estados Unidos, Nazz se empezó a desintegrar.  Los temas se grabaron pero el clima de las sesiones no fue amistoso.  La idea del LP doble se descartó y en su lugar apareció un solo disco, imaginativamente titulado Nazz Nazz, en 1969.  Parte del problema interno tuvo que ver con el material.  Todd estaba cautivado por las canciones intimistas y reflexivas de la cantante Laura Nyro y su nuevo material escrito en esa vena, no contaba con el apoyo del resto.
            Para cuando salió el tercer álbum Nazz III (armado con sobrantes del disco anterior) en 1970, Rundgren se había ido hacía rato.  Atrincherado en un departamento de Manhattan, rumiando su amargura por el fracaso comercial de Nazz, estuvo a punto de abandonar la música para dedicarse a las computadoras, pero un cambio de aire decidió su destino.  Rundgren empezó a frecuentar la escena bohemia del Greenwich Village, a soltarse un poco más socialmente. Un conocido de los días de Nazz,  Michael Friedman, lo recomendó a Albert Grossman, el poderoso mánager de Bob Dylan, Janis Joplin, Paul Butterfield y The Band.  Avezado detector de talentos, Grossman encomendó a Rundgren la producción del tercer álbum de The Band, Stage Fright, primer eslabón importante de una cadena de producciones que incluiría, a lo largo de la década y media siguiente el debut de los New York Dolls; Straight Up, de Badfinger;  We’re An American Band, de Grand Funk Railroad; el multiplatino Bat Out Of Hell, de Meatloaf, Wave, de Patti Smith y el muy alabado Skylarking, de XTC.  Pero además de su probidad, el trabajo de productor puso de manifiesto la compleja, a menudo excéntrica personalidad de Rundgren.  Los testimonios concuerdan en que Todd nunca tuvo paciencia para los músicos poco idóneos o que se tomaban demasiado tiempo para grabar sus partes, y que no tenía ambajes en decirles lo que pensaba de ellos en sus propias caras.
  
Un mapa cerebral

 La mecha corta de Rundgren para con sus colegas puede haber sido el factor determinante en mandarse solo.  Contratado por el sello de Friedman, Bearsville Records,
Todd Rundgren se mudó a Los Angeles y grabó Runt, nombre que  -aunque figuraba en forma ambigua como nombre del álbum y del grupo que lo interpreta- fue a todos los efectos el comienzo de su carrera solista.  “Nosotros creíamos que era tan solo un guitarrista que sonaba como Eric Clapton,” dice el bajista Tony Sales, quien junto a su hermano baterista Hunt Sales formaron la base rítmica del álbum; “no teníamos idea de todo lo que era capaz de hacer.”  Rundgren, el músico, tenía muchas facetas y Runt las juntaba casi todas.  El pop jubiloso de “We gotta get you a woman” lo hizo entrar en el top 20 norteamericano en noviembre de 1970 pero Runt ofrecía, además, la balada simil Brian Wilson de “Believe in me”, el rock desvencijado de “Who’s that man” que anticipa la cuidada desprolijidad de los New York Dolls y hasta una fusión de jazz y música clásico-progresiva en la extensa zapada “Birthday Carol”. En Bearsville estaban sorprendidos por la versatilidad de su nuevo artista.  Y Todd, por su parte, estaba cambiando de hábitos. El recluso de antaño dio paso a un joven genio que tenía un magnetismo especial para las groupies californianas.  Las aventuras de Rundgren en la costa oeste continuaron con The Ballad of Todd Rundgren (1971), otra colección ecléctica de canciones pop y baladas que parecían emanar de su pluma sin esfuerzo. A estas alturas, Todd había conocido los vapores de la cannabis. “Los resultados fueron inmediatos: hubo cierto refinamiento en mi estilo”, dice Rundgren. “El porro me hizo conciente de mis procesos mentales. Empecé a pensar en cómo funcionaba mi cerebro y lo que podía hacer con él.  El lenguaje adquirió un nuevo significado –simbólico- además de reflexivo. Nunca pensé en la hierba como una droga recreativa o escapista.  Para mí siempre se trató de ir en dirección a algo.”
            The Ballad... vendió menos que Runt pero obtuvo excelents críticas, en especial de una joven poetisa que escribía para Rock Magazine y que estaba llamada a jugar un rol fundamental en la música de la década siguiente: Patti Smith.  Todd y Patti tuvieron un affair amoroso breve, pero cimentaron una amistad que dura hasta el presente.  El álbum  condujo, en forma natural, a la gran obra maestra de esta primera parte en la carrera de Rundgren, Something/Anything?(1972).  Pocos artistas en la era del rock pueden ufanarse de haber combinado calidad y cantidad en tales dosis Rundgren lo hizo en este álbum doble.  Siete años antes que Prince deslumbrara al mundo con su capacidad para el “hágalo usted mismo”, Todd ya tocaba todos los instrumentos en tres de los cuatro lados vinílicos de Something/Anything?, convirtiendo el estudio de grabación en un laboratorio solipsista. Y como en los álbumes anteriores, el nivel de los arreglos y la ejecución estaba matizado, también, por la variedad: había hard-rock (“Black María”), baladas épicas (“Sweeter Memories”), las habituales aproximaciones al soul lento (“Cold Morning Light”) y, por supuesto, el guiño a la compositora Carole King que se corporizó en el hit “I saw the light”, disparado al puesto 16 del ránking norteamericano en mayo de 1972.  A “Hello, it’s me” –un aggiornamiento del primer simple de Nazz-  le iría todavía mejor y treparía hasta el 5° lugar en noviembre del año siguiente.
            La prensa musical comenzaba a tomarse en serio a Todd Rundgren.  Un aviso de revista especializada mostraba al exNazz sosteniendo un cartucho de dinamita y diciéndole al potencial lector: “¡Dale... ignorame. A ver...!  En un artículo de Rolling Stone de abril del 72, Todd expresaba su deseo de ser “el Elvis Presley de los años 70.”  Mientras tanto su vida personal se rodeaba de glamour, gracias a su noviazgo con una célebre modelo de la época, Bebe Buell, quien lo introdujo al circuito under neoyorquino, además de hacerle probar por primera vez los hongos mágicos. “Las drogas psicodélicas me proporcionaron una conciencia de mí mismo que no había tenido hasta entonces. Empecé a ver los elementos de mi ego como los apéndices extraños, deformes y aberrantes que eran.”  Rundgren sostiene que el haberse dejado llevar por ese fluir de conciencia le hizo cuestionarse, además, sus procedimientos musicales.
            El resultado de ese cuestionamiento fue el álbum A Wizard, A True Star, grabado a fines de 1972 en su propio estudio de grabación, Secret Sound, ubicado en New York, en el centro de Manhattan.  Para el oído desprevenido, parecía que Todd Rundgren estaba decidido a cometer suicidio artístico.  Mientras apenas doce meses antes Something/Anything? masajeaba al público con canciones amistosas para el oído, A Wizard mostraba una colección de retazos sonoros, donde breves esquicios de melodías comunicaban con collages musicales ubicados como al azar, que recordaban los juegos experimentales de Frank Zappa en Lumpy Gravy o las febriles viñetas de Brian Wilson en el abortado proyecto del álbum Smile.  
            Con las repetidas audiciones, A Wizard, A True Star cobra sentido como la obra total que intentó ser e incluso desde su lógica particular se las arregló para acuñar un par de clásicos, como “Zen Archer”, que a la distancia parece un tema de Tom Waits con coros de Supertramp; y aunque esta mezcla parezca pizza con dulce de leche, funciona.  

La utopía y el hermitaño      

            Aunque el miedo al cambio sea universal, debe ser muy frustrante para un artista darse cuenta que buena parte del público sólo quiere más de lo mismo.  Al comprobar que los fans que había conquistado con “I saw the light” y “Hello, it’s me” huían espantados de su álbum A Wizard, A True Star Rundgren decidió, en la forma sutilmente perversa que lo caracteriza, profundizar todavía más sus aristas impredecibles.  Se tiñó el pelo con los colores del arco iris y empezó a salir al escenario con maquillajes recargados y ropas exhuberantes.  Su imagen flirteó con la estética glam pero su música se volvió más y más inclinada hacia el rock progresivo con el avance de los años 70.  El álbum doble del 74, Todd, tenía la ocasional canción pop -como “A dream goes on forever”, que arañó los puestos de abajo del ránking- pero fue, mayormente, una colección de largos experimentos instrumentales.  Para continuar en esa direccción, Rundgren decidió que necesitaba un grupo y así nació Utopia.
Después de un par de discos y de algunos reacomodamientos de piezas, la banda se asentó como cuarteto, con Todd en guitarra y voz, Kasim Sulton en bajo, Roger Powell en teclados y Willie Wilcox en batería.  Durante el resto de la década del 70, Rundgren balanceó sus trabajos grupales con su obra solista y produjo una serie de álbumes que profundizaron el rumbo progresivo de su música. Abundaban las extensas suites, como “Treatise on cosmic fire”, que formaba el núcleo de su álbum del 75 Initiation; o “Singing and the glass guitar (An electrified fairytale)” que ocupaba el lado dos de Ra, el larga duración que Utopia publicó en 1977.  Un curioso artefacto de esta era fue el LP solista Faithfull, donde conviven canciones poderosas de Todd, como “Love of the common man” y “The verb ‘to love’”, con covers hiper-fieles de clásicos de los Yardbirds (“Happenings ten years time ago”), los Beatles (“Rain”, “Strawberry Fields forever”), los Beach Boys (“Good vibrations”), Jimi Hendrix (“If six was nine”) y Bob Dylan (“Most likely you go your way and I’ll go mine”).
            Pero no sólo la música había cambiado. La preocupación de las antiguas letras de Rundgren estaba centrada en las cuestiones románticas mientras que ahora su prosa era mucho más esotérica, reflejando las ideas arcanas y las teorías que absorbía leyendo libros sobre misticismo y filosofías orientales. “Aunque nunca adopté una filosofía en particular,” dice Todd, “seguía el hilo de cualquier teoría que estuviese en sintonía con las cosas que estaba experimentando.  Así, esos conceptos se integraron a mi cosmología personal y a mi música.”  Una vez más, Rundgren iba a contramano de los tiempos: mientras los primeros ecos del punk pugnaban por derribar el edificio del rock sinfónico, Utopia salía de gira con un escenario construído alrededor de una pirámide de 15 metros de altura y una esfinge gigante dorada que echaba rayos laser por la frente.  Fiel a su convicción de no ser encasillado, Todd también tuvo tiempo de hacer una gira nacional de bajo perfil, tocando en pequeños clubes, algo que fue documentado en el álbum doble Back to the Bars, de 1978, una especie de Grandes Exitos en vivo.
            A todo esto, si bien Rundgren continuaba con sus trabajos de productor, empezaba a pasar más y más tiempo en la casa que se había comprado en Mink Hollow, cerca de Woodstock, estado de New York.  La relación con su mujer, Bebe Buell, tampoco atravesaba por un período álgido.  “Todd estaba bajo mucha presión”, dice Bebe, “su candor infantil ya no era el mismo.  Sentí que se volvía más duro y perdía algo de su sensibilidad.”
            En marzo de 1978 apareció un álbum cuyo título resumía muy bien la actualidad de su creador, The Hermit of Mink Hollow (El hermitaño...). Este  retorno a las composiciones melódicas incluyó un puñado de clásicos sobre corazones rotos, como “Too far gone”, “Hurting for you” y el último de sus grandes hits, “Can we still be friends”, que alcanzó el 29° lugar en julio de ese año.  Utopia, entretanto, había recogido el guante de la new wave, haciendo una serie de discos de estructura más simple y canciones más cortas. Oops, Wrong Planet, del 77, retomaba el rumbo pop, aunque conservaba un hilo conceptual centrado en una especie de Armagedón interplanetario.  Esta orientación más simple y directa se reflejaba también en Adventures in Utopia, de 1980 y en el LP individual Deface The Music, una parodia/homenaje a la música de los Beatles.
            A partir de la década siguiente, Todd Rundgren comenzó a dedicar más tiempo y mayor energía a los desarrollos tecnológicos que a su propia música. Abrió Utopia Video Studios, su propia empresa de producción de videos, retomó las labores de producción de otros artistas, y se especializó en el campo de la computación relacionada con audio e imágenes.  No obstante, siguió grabando bajo su nombre y tomando al mundo musical por sorpresa con trabajos como Healing (1981), testimonio de su búsqueda espiritual; A Capella (1985) donde la instrumentación es casi únicamente su voz, procesada de diversas formas; Nearly Human (1989), un retorno al soul de Philadelphia de sus comienzos, y With A Twist (1997), donde vuelve a visitar varios de sus viejos clásicos hechos, esta vez, en formato de lounge/samba.  With a Twist incluye una versión de “Influenza”, el tema que eligió Charly García no solamente para cubrir en castellano, sino también para titular su último álbum. (Aunque la traducción literal de “influenza” es “gripe” y no “influencia”).
            Actualmente, Todd Rundgren sigue tan ocupado y reticente a doblegarse ante los dictámenes de la industria musical como siempre.  Decidido a hacer las cosas a su manera, fundó PatroNet, una empresa que vende su música al público en forma directa, a través de la Internet, un medio que Todd usa a diario para comunicarse con su fiel legión de fans.  De hecho tiene un programa de radio semanal en la Web, llamado Music Nexus for the EnterMedia Network.  Dispuesto a romper con lo que llama “una tradición familiar de malos padres”, Rundgren se ocupa activamente de sus hijos Rex, Randy y Rebop, y mantiene una estrecha vinculación con su hijastra, la actriz Liv Tayler, hija biológica de su ex pareja Bebe Buell y del cantante de Aerosmith, Steve Tyler.  También sigue activo como músico: además de haber participado en varias giras con la All-Starr Band, del exbeatle Ringo Starr,  Todd se presenta como solista con el acompañamiento de bases computadorizadas.  Rundgren es, además, archivista de su legado musical.  Dirige la Todd Archive Series  -que ya va por el volúmen 11- una serie de álbumes exclusivos para subscriptores de su club de fans, compuestos por recitales, outakes, demos y rarezas que abarcan toda su carrera.
            Como reza el título de aquel álbum clásico: un brujo, una auténtica estrella. 
           
                                                           * * *
En recuadro:

10 Clásicos de Todd Rundgren

 “Open my eyes” – Nazz (Nazz, 1968)
“We gotta get you a woman” – Runt (Runt, 1970)
“Wailing wall” – Runt (The Ballad of Todd Rundgren, 1971)
“I saw the light” – Todd Rundgren (Something/Anything?, 1972)
“Hello, it’s me” – Todd Rundgren (Something/Anything?, 1972)
“Zen archer” – Todd Rundgren (A Wizard, A True Star, 1973)
“Love of the common man” – Todd Rundgren (Faithfull, 1976)
“Love in action” – Utopia (Oops! Wrong Planet, 1977)
“Can we still be friends” – Todd Rundgren (The Hermit of Mink Hollow, 1978)
“Influenza” – Todd Rundgren (With a Twist, 1997)

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